Murió David Bordwell. Hace unas horas, el 29 de febrero.
Y claro, un tipo así tenía que irse en esa fecha furtiva, para confirmarnos lo que muchos ya intuíamos: él no vivía en la misma temporalidad que los mortales. No existió ni existirá nadie tan prolífico como él. Estoy convencida de que su curiosidad implacable le permitía detener el reloj para poder ver películas y escribir sobre cine en un tiempo paralelo. Ése era su milagro secreto.
O quizás simplemente era puro entusiasmo.
Para los cinéfilos, sus ideas y su claridad teórica son fuentes insustituibles de pensamiento y disfrute. Para los docentes, Bordwell ya está integrado a nuestra lengua. Su voz está presente en gran parte de lo que explico en mis clases, aunque no siempre lo cite (o sea: le debo todo). Ninguno como él supo precisar el canon clásico, el modelo básico que permite analizar las fibras fílmicas de todos los otros estilos. Bueno, lo hizo él junto a su esposa y compañera intelectual Kristin Thompson.
¿Por dónde arrancar con él? Pueden googlear el ensayo “Una mirada veloz” (que leímos, por ejemplo, en un curso sobre Scorsese). Pueden buscar videos en YouTube o ir a su inagotable blog para tener un mapa de toda su producción (davidbordwell.net). Además de rescatar continuamente títulos de toda la historia del cine, cubría festivales y se enamoraba de muchos estrenos ("Zama" lo fascinó), compartiendo un trabajo finísimo de capturas de fotogramas para desmenuzar cada detalle de la película, como si en esa indagación se le fuera la vida. Una obra esencial: “La narración en el cine de ficción”.
Al director Yasujiro Ozu Bordwell le dedicó un libro exquisito. En este video habla de su película “Buenos días” (Ohayo, 1959), y ojalá alguno de ustedes recuerde esta entrevista compartida en el curso que hicimos hace unos años sobre el realizador japonés.
Adiós, David. Te seguiremos leyendo en esta vida y en la que sigue (porque el tiempo de una sola no nos alcanza). Gracias eternas por tu avidez.