Por César González*
La experiencia parece no alcanzar para despertar la conciencia. Y la conciencia en soledad suele marearse al atravesar la experiencia. A su vez, ambas por separado alcanzan cumbres, pero es inevitable que al chocarse con el viento de las alturas sientan una pesada ausencia. Hay personas que son oprimidas, maltratadas, humilladas, y no lo viven con pena, o al menos no dejan que esa pena sea percibida por el resto. En la descompaginación de la experiencia con la conciencia acomodamos el sentido del mundo. A la experiencia de ser oprimido, más que negarla, le ponemos otro nombre. A la opresión algunas personas prefieren llamarla 'Cultura del trabajo', o 'El que quiere, puede', y nuestras experiencias se reflejan con discursos ajenos.
*Fragmento de su libro El fetichismo de la marginalidad (Ed. Sudestada)
En la imagen: Lluvia de jaulas
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