martes, 25 de mayo de 2021

El cine auténtico

Por Leopoldo Torre Nilsson*

"Pienso que el creador no es un sociólogo. Casi nunca da, estéticamente, solución a la realidad. El creador produce un mundo, el ámbito con el que ha estado relacionado. Es muy raro encontrar en la historia del arte obras que signifiquen una solución social, o que interpreten el pensamiento científico. Toda obra es una suerte de interrogante. Es valiosa en la medida en que el interrogante es profundo y responde a fenómenos testimoniales de su época. El creador que siente que no maneja con seguridad los temas que está desarrollando, es porque es un creador que no vive con intensidad una problemática; ésta puede tener carácter social, temporal, pertenecer al orden de la realidad o de la irrealidad, pero pienso que si son escapistas, son inauténticos. El mundo irreal es tan importante como el mundo real. No es más válida la película que muestra el problema actual de los cañeros del norte que la que muestra la incertidumbre del hombre ante el amor; las dos pueden ser igualmente valientes. Están en estratos distintos, simplemente. Pienso, sí, que no es válida artísticamente la impostación: pensar cuáles son los grandes temas y según resulten ser los de la tierra o del amor, me pongo a hacerlos porque son grandes temas, a priori. Eso es impostación. Lo auténtico es aquello que siento necesidad de hacer."

*Fragmento de una entrevista publicada en 1960 en la revista Contracampo Nº4, y reproducida en el libro colectivo Leopoldo Torre Nilsson, una estética de la decadencia (Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken/Grupo Editor Altamira, Buenos Aires, 2002).

Descubrí El secuestrador (1958) en el año 2014, cuando fue proyectada en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Quizás sea la mejor película de Torre Nilsson y sin dudas es una de las más grandes obras del cine argentino todo. Hoy la película puede verse en YouTube.  

viernes, 21 de mayo de 2021

Leer a Luis Gruss (IV) - Un blog de 17 mil entradas


En 2009 Luis Gruss abrió un blog titulado “Suspendelviaje". Tiene 17 mil posteos. Leyeron bien, sí. ¿Pueden creerlo? No debe existir nada parecido en todo el planeta, y el dato no hace más que confirmar la avidez de un hombre que no podía dejar de escribir, pensar, imaginar, leer, compartir. Persistir. 

En mi propio espacio he copiado varias veces entradas suyas que me fascinaron, pero ahora les pido que vayan directamente ahí: lean Suspendelviaje. Sepan que van a encontrar de todo, y en medio de ese todo van a dar con esas líneas precisas que ustedes estaban buscando hace mucho tiempo. No lo van a poder soltar. Agradezco a Andrea por mantener activo el blog de Luis, y aquí abajo comparto uno de mis textos preferidos.


Por Luis Gruss

Degradamos la lista de cosas que nos sostienen. Son pocas y encima les quitamos valor. Erróneamente suponemos que dos o tres salvavidas no alcanzarán. Pensamos que cien o doscientos serían necesarios para empezar a arrastrarnos desde el centro embravecido del mar hasta la tierra firme y segura. Dos o tres no es nada, decimos. Diez tampoco. Deben ser cien o doscientos como mínimo. Porque si no -pensamos también- caeremos junto al puente y a todo lo demás. Así no hay ni habrá salvación posible. Degradamos la lista de cosas que nos rescatan. ¿Para qué más? A veces un barco basta. 

La imagen pertenece al film Primavera tardía, de Yasujiro Ozu.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Leer a Luis Gruss (III)


“Quisiera hoy dejar de llorar, dejar de pensar, dejar atrás, sobre todo, el oscuro valle de las inmundicias. Quién pudiera vivir sin asidero. O pegado como chicle a un navío de verdad. Ahora estoy en crisis. O, lo que es lo mismo, en virtual estado de oportunidad. Quiero pisar nuevas tierras hasta diluirme o renacer en ellas. Quiero cantar y llamar a alguien para decirle que aún es tiempo”.

Luis Gruss
Fragmento del relato "El baile", que integra el libro La carne (ediciones Atril, Buenos Aires, 2004). 

En la imagen: All or nothing (2002), de Mike Leigh

martes, 18 de mayo de 2021

Leer a Luis Gruss (II)


Algunos fragmentos de un hermoso texto escrito por Luis Gruss y publicado hace casi 20 años en la revista Latido.
 

Cambio luego existo

"Conozco a muchas personas que viajan por el mundo sin llegar jamás a ningún sitio. Eso no quiere decir que la pasen mal. Es más, casi todos los turistas vuelven encantados de sus fascinantes recorridas. Admito que un cambio de lugar, una movida de esas que ponen todo patas para arriba, puede replantear la vida del mejor plantado. Pero eso, no nos engañemos, ocurre sólo en contadas ocasiones. Escuché la historia de una joven de la antigua China que había resuelto emprender un largo viaje; se había propuesto romper con la monotonía de sus días. Comunicó la decisión a su maestro, hombre sabio y prudente como todos los chinos, el cuál reaccionó con acritud. ¿Cómo puedes salir de viaje si los tres reinos del país aún no se han unido?, le preguntó con visible enojo. La joven de la antigua China era una chica de barrio; no tenía muchas pretensiones. Consideraba incluso, y con razón, que la unión de aquellos reinos estaba completamente fuera de su alcance. Cuando así se lo hizo saber a su maestro, éste severamente le replicó: la unión de esos tres reinos es en efecto un objetivo remoto. Pero más remota que un objetivo remoto es la carencia de objetivo. Tu viaje no tiene objetivo. 

 "Además del sabio maestro chino, otro de los mayores aguafiestas que conozco en este campo es cierto poeta portugués —soberbio y austero como pocos— que despreciaba los viajes, los cambios, la gente nueva y todas esas cosas lindas que tiene la vida. El tipo rechazaba cualquier acto, por mínimo que fuera, que lo sacara de sus frecuentes caminatas por la calle de los Doradores, en la vieja y recóndita Lisboa. Se sentía tan a gusto dentro de su órbita que ni siquiera quería leer libros diferentes a los que ya había leído. "Siento el tedio anticipado de las páginas desconocidas", escribió una tarde, oscuramente, antes de bajar a la tabaquería por la Calle de la Aduana. 

 "¿Adónde pretendía llegar este señor? Voy a exponer al respecto una hipótesis personal. Creo que Fernando Pessoa (de él estoy hablando) decía una cosa pero deseaba otra. En realidad estaba harto de su apatía endémica y hasta la padecía. Quería cambiar, quería ser otro, pero sólo pudo lograrlo a través de su inclasificable obra literaria. A veces no puedo dejar de identificarme con sus idas y vueltas, con sus contradicciones, con esa cosa de quiero y no puedo que finalmente se convertía en no quiero, no voy, no puedo. Cómo no entenderlo. Yo, sin ir más lejos, me la paso hablando mal de las fiestas, pero cuando finalmente voy a alguna me dejo llevar por la situación y la disfruto (críticamente, eso sí, no se vaya a pensar que soy un frívolo). Predico la inmovilidad porque es profunda, sólida, verdadera y todo eso, pero casi lo único que hago es moverme de aquí para allá buscando no se qué aventura maravillosa. Pessoa mismo llegó a escribir un manifiesto contra toda relación amorosa —contra cualquier compromiso terrestre, en realidad, que lo desviara de su misión sagrada— pero cuando las papas quemaban no se podía contener. Un día que se cortó la luz en la oficina donde trabajaba con Ofelia Queiroz —la única mujer que se le conoce— casi la viola sobre el escritorio. Ella misma contó el episodio en una carta. De repente la empujó contra la pared y sin que mediara una palabra (él, justamente, que en eso era un campeón) la agarró por la cintura, la abrazó y la besó apasionadamente como si estuviera loco. 

( …) 

 "Quedarse, partir, unirse, cambiar, escapar, insistir. Quizás la transgresión suprema en la era de las autopistas rápidas consista en permanecer, en comprometerse al menos con el entorno más cercano, ahondar en lo que uno es hasta el extremo de la terquedad. Antes (y debo aclarar que la palabra antes ya me está cansando) yo creía en la posibilidad de una transformación total y colectiva. Creía en la revolución. Pretendía "cambiar la vida", como pedía Rimbaud. Soñaba con el hombre nuevo, con un mundo trastocado hasta en sus últimos pliegues. No es que piense ahora que todo eso ya pasó. El mundo me sigue pareciendo un lugar peligroso, inhumano, egoísta, donde cada uno pretende salvarse por la suya. Sólo que ya no sé si puedo cambiarlo a fuerza de voluntad. No tengo un discurso, no sé de teorías, no cultivo el análisis político y social. A veces pienso incluso que la historia universal sucede a no más de veinte metros de cada uno. Y que es ahí, en ese breve territorio, donde puedo intentar alguna cosa. Quiero hacerlo. Todavía siento una responsabilidad por lo que pasa y lo que deja de pasar. Una necesidad de entrega que sigue en pie como un tronco seco dispuesto a florecer." 

Luis Gruss 

En la imagen: Las nieves del Kilimandjaro, película dirigida por Robert Guédiguian.

lunes, 17 de mayo de 2021

Leer a Luis Gruss (1953-2021) (I)

 
“¿A qué sueño personal ya renunciamos? Y si todavía no lo hicimos, ¿por qué seguir alimentándonos de eternos imposibles? Se podría arriesgar en este punto una hipótesis tan insensata como seductora. Decir por ejemplo que de una manera o de otra todos buscamos justamente eso que la vida nos mezquina. La belleza que se oculta en la espuma de los días. El lado oscuro o luminoso de la intangible luna. O decir, también, que la desilusión nunca es total. Que hasta los que pierden la fe guardan por lo bajo una carta marcada, y esperan, como todo el mundo, enormes cambios en el último minuto”.

LUIS GRUSS 
Fragmento del ensayo “Preguntas a la esperanza”, publicado en el libro Malos poetas (Ediciones Atril, Buenos Aires, 1998).


La imagen pertenece a la película Minari, dirigida por Lee Isacc Chung

domingo, 2 de mayo de 2021

La mujer, el trabajo y el cuerpo


Por Remedios Zafra*

Una trabajadora siempre tiene cuerpo. Su cuerpo le precede y me pregunto qué pasaría si al contratar a un hombre se le advirtiera de este asunto y sus consecuencias. "Oiga, usted tiene cuerpo", "Cuidado, usted puede ser padre". ¿Qué pasaría si serlo se utilizara como razón camuflada de excusas para no renovar un contrato o cargar de sospechas una trayectoria profesional, pendiente de un hilo por si el hombre contratado y con cuerpo decidiera "ser padre"? ¿Pensarán tal vez que siempre habrá otro entusiasta dispuesto a ocupar su puesto? ¿O quizá que el padre podría encadenar trabajos temporales y a media jornada hasta que cuidar de los hijos fuera mejor opción que contratar a alguien para cuidarlos por el mismo pequeño sueldo que él gana? Porque ¿eso es lo que se espera de un padre?

Nadie interroga a un hombre sobre su deseo de ser padre. 

*Fragmento del excelente libro El entusiasmo, precariedad y trabajo creativo en la era digital (Ed. Anagrama, Barcelona, 2017)

La imagen pertenece a Mi piace lavorare - Mobbing (2003), dirigida por Francesca Comencini, una muy buena película italiana que está disponible en YouTube (los subtítulos en español son precarios, pero se puede ver, y el film vale la pena).