«Los personajes de una historia siempre tienen los ojos vendados, porque, como todo el mundo –y en especial como el público–, no pueden ver, a la vez, sino una sola cara de las cosas, de los seres. (...)
Los personajes de una historia tienen siempre así los ojos doblemente vendados: para sí mismos y para los demás. Por eso estamos tan interesados, a veces, en “abrir los ojos” a un amigo sobre tal traición de la que se le estima víctima, o sobre tal manía por la que se le supone afligido. Nos gustaría que ese amigo "dejase de mentirse". Y cuando damos el paso
“No se miente
bastante en el cine”, se quejaba Rohmer mucho antes de hacer de la
mentira el objeto de todo su cine. Y es que el cine atestigua de
manera privilegiada los efectos y la dinámica de la mentira.
Registra las palabras y al mismo tiempo los cuerpos, el desfase entre
las acciones y las palabras, entre la situación imaginaria y la
situación real, entre lo que dice el cuerpo y lo que dicen las
palabras. (...)
¿Qué hacen las manos mientras las bocas hablan?: he aquí una cuestión que el teatro no plantea. Y es que en el teatro, no hay diferencia entre el cuerpo y la boca. A veces, sólo hay una boca, como en Beckett.
Pero en el cine hemos de recordar que el cuerpo está dividido».
*Fragmentos del libro Práctica del guión cinematográfico (editorial Paidós, Barcelona, 1998)
No hay comentarios:
Publicar un comentario