sábado, 8 de junio de 2019
Filmar Nueva York
Por Martin Scorsese*
Si uno hace una película en Nueva York, obtiene de esta ciudad más de lo que pide. Esto lo aprendí cuando rodé Taxi Driver. Un verano increíblemente caluroso (la temperatura sobrepasaba los 35 grados) y húmedo se abatía sobre la ciudad: ¡extraña atmósfera para rodar una película! Además había una huelga de basureros. ¡Lo más divertido es que durante el rodaje de Mean Streets, en Los Ángeles, tuvimos que arrojar basura por las calleas para que pareciera Nueva York! Allí, por el contrario, tuvimos que retirar basura.
Pero más allá de los problemas, del ruido y de las condiciones de trabajo imposibles, en Nueva York hay algo, una sensación que impregna el tema que tratas (sea el que fuere) y que acaba afectando al comportamiento de tus personajes. Esta sensación -una especie de murmullo- es indefinible, aunque todos los que viven en esta ciudad saben de qué estoy hablando. Acaba por contaminar incluso las películas sobre Nueva York que se ruedan en estudio. Nueva York puede ser calificada con tantos adjetivos -grosera, mágica, espantosa, dinamizadora, agotadora, prosaica-, que cada vez que alguien ha de evocarla en una película, aunque sea accidentalmente, la ciudad acaba de imponerse.
*Fragmento de un texto publicado en el libro Mis placeres de cinéfilo. Textos, entrevistas, filmografía. (Editorial Paidós, Barcelona, 2000)
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