jueves, 27 de junio de 2019

Favio, Bresson y los tiempos...


Pregunta: Vos mencionabas antes Un condenado a muerte se escapa, que es una de tus influencias que más se comentan.

Leonardo Favio: Es que, ¿quién no vio a Bresson? Era el cine que se veía. Bresson, Antonioni... Esa película me conmovió, me gustó mucho. Me enamoré de sus tiempos, que eran los míos, el tiempo de Luján de Cuyo, de Mendoza. Eran los tiempos nuestros. Porque transcurrían de otra manera: no era el vértigo de Buenos Aires, no era el que tenemos ahora a través de la televisión. Cuando yo vine de mi provincia todo era más lento. Uno se quedaba al lado del río, andaba en sulki... Una alta velocidad eran 80 kilómetros. Eso vi en Bresson. Y después, cuando vi El carterista (Pickpocket, 1959), vi el lumpenaje que yo conocía desde mi niñez. Y además hay un profundo amor en sus películas, que es lo que yo más rescato de él: la ternura con la que traza sus cosas. No la comprensión, sino el entender que uno puede ser el otro, que es meramente una circunstancia que uno no sea el otro, tanto el que hizo daño como el que hizo el bien. De ahí que mis personajes nunca tengan la cara correspondiente: yo no filmo al malo con cara de malo, al bueno con cara de bueno...

Fragmento de una entrevista publicada en el libro 60/90 Generaciones. Cine argentino independiente (editado por Fernando Martín Peña y publicado por el museo Malba).

miércoles, 26 de junio de 2019

Un terreno común


"Es necesario que exista un terreno común al artista y al profano, un punto de encuentro donde el artista no aparezca ya, fatalmente, como un caso marginal, sino como tu semejante, lanzado, sin haber sido consultado, a un mundo multiforme y como tú obligado a salir adelante bien o mal". 

Paul Klee
Citado por Régis Debray en su libro Vida y muerte de la imagen.

En la imagen: Copie conforme, film dirigido por Abbas Kiarostami.

sábado, 8 de junio de 2019

Filmar Nueva York


Por Martin Scorsese*

Si uno hace una película en Nueva York, obtiene de esta ciudad más de lo que pide. Esto lo aprendí cuando rodé Taxi Driver. Un verano increíblemente caluroso (la temperatura sobrepasaba los 35 grados) y húmedo se abatía sobre la ciudad: ¡extraña atmósfera para rodar una película! Además había una huelga de basureros. ¡Lo más divertido es que durante el rodaje de Mean Streets, en Los Ángeles, tuvimos que arrojar basura por las calleas para que pareciera Nueva York! Allí, por el contrario, tuvimos que retirar basura.

Pero más allá de los problemas, del ruido y de las condiciones de trabajo imposibles, en Nueva York hay algo, una sensación que impregna el tema que tratas (sea el que fuere) y que acaba afectando al comportamiento de tus personajes. Esta sensación -una especie de murmullo- es indefinible, aunque todos los que viven en esta ciudad saben de qué estoy hablando. Acaba por contaminar incluso las películas sobre Nueva York que se ruedan en estudio. Nueva York puede ser calificada con tantos adjetivos -grosera, mágica, espantosa, dinamizadora, agotadora, prosaica-, que cada vez que alguien ha de evocarla en una película, aunque sea accidentalmente, la ciudad acaba de imponerse.

*Fragmento de un texto publicado en el libro Mis placeres de cinéfilo. Textos, entrevistas, filmografía. (Editorial Paidós, Barcelona, 2000)

martes, 4 de junio de 2019

Signos


Por Michelangelo Antonioni*

“Creo que se ha producido una gran transformación antropológica que acabará por cambiar nuestra naturaleza. Ya se aprecian los signos, algunos banales, otros inquietantes, angustiosos. No reaccionamos como reaccionábamos antaño ni al sonido de una campana, ni a un disparo, ni a un homicidio, por poner algunos ejemplos. Incluso algunos ambientes que, tiempo ha, podrían parecer distendidos, convenciones, lugares comunes de un determinado tipo de relación con la realidad, ahora podemos mirarlos de forma trágica. El sol, por ejemplo. Lo miramos de forma distinta que en el pasado. Sabemos demasiado sobre él. Sabemos qué es el sol, qué ocurre en el sol, las ideas científicas que tenemos han terminado por modificar nuestra relación con él. Yo, por ejemplo, a veces tengo la sensación de que el sol nos odia, y el hecho de atribuir un sentimiento a una cosa que es siempre igual a sí misma significa que ya no es posible un determinado tipo de relación tradicional, que para mí ya no es posible. Y digo el sol como podría decir la luna o las estrellas, o el universo entero.”

* Fragmento de una entrevista realizada por Alberto Ongaro publicada en la revista L’Europeo en 1975. Ir al texto completo.

La imagen pertenece al film El eclipse (L'eclisse).

sábado, 1 de junio de 2019

Las cosas que nos elevan


Por John Cassavetes *

Me rebela que la gente me diga: “Usted hace films intelectuales”. No soy un intelectual, mi film preferido es Ángeles con caras sucias. Recuerdo haberlo visto cuando era chico: he llorado. Era un gran film, muy enigmático. Cagney era condenado a la silla eléctrica y no se sabía si era un cobarde o un héroe. Tener una filosofía es saber amar, saber qué hacer con ese amor, y conocer la importancia de las amistades y de la permanencia. Todos los films que nosotros hemos hecho han sido, en cierta medida, la búsqueda de una especie de filosofía al uso de los personajes del film. Es por eso que tengo verdadera necesidad de que los personajes analicen al amor, lo discutan, lo asesinen, lo destruyan, se hagan daño, lleven una guerra a fondo, en esta polémica de palabras y esta polémica de films que es la vida. Del resto, me importa un bledo. ¡Todo lo que me interesa es el amor! La falta de amor. El fin del amor. Y el dolor que causa la pérdida de las cosas que nos elevan y de las que tenemos realmente necesidad.

* En el artículo John Cassavetes por él mismo, que recopila fragmentos traducidos por Eduardo Baird tomados del libro John Cassavetes (Ediciones L’Etoile, Paris, 1992).