domingo, 30 de diciembre de 2018

TOP 15 - Balance 2018

The ballad of Buster Scruggs, de Ethan y Joel Coen

Primero y antes que nada: ¡gracias! Gracias de verdad a todos los que siguen visitando este humilde espacio. Cada día se hace más difícil sostenerlo, pero espero seguir haciéndolo. Durante enero y febrero voy a hacer un receso, aunque es probable que recupere textos publicados años anteriores.
 
Segundo: el balance del año cinematográfico. Hace ya un tiempo que perdió un poco de sentido limitarnos a elegir exclusivamente aquellos títulos estrenados en salas comerciales. La distribución está cada vez más acotada y hoy hay muchas películas importantes a las que accedemos por otros medios, como la nueva obra de los Coen disponible en Netflix, absolutamente fascinante, o el film por el cual Denzel Washington fue nominado al Oscar este año, Roman J. Israel, Esq., film imperfecto aunque dueño de una sensibilidad política atípica en Hollywood, que pasó totalmente inadvertido. Ya en el balance de 2017 decidí sumar una decena de grandes películas vistas en festivales el año pasado, lista que de hecho incluye varios títulos que podrían entrar en la selección de este post, pero preferí no repetirlos aquí (es decir, en esa lista van a encontrar películas que sí se estrenaron en salas en 2018, como Visages, Villages, Verano 1993, 24 Cuadros, Cocote). 
 
Así que ahora, en una única lista, voy a contemplar todo el abanico: las películas estrenadas en salas (nacionales e internacionales), las vistas en festivales, muestras y ciclos de cine y las que se consiguen a través de otros medios (streaming, internet, etc), con la condición de que sean películas producidas en los últimos dos o tres años. Todos los críticos están hablando de los cambios impuestos por Netflix en las nuevas formas de consumo y distribución, una discusión que considero necesaria aunque no puedo detenerme en ella ahora.
 
Vivimos en un país que se derrumba cada día un poco más, con un Gobierno dispuesto a destrozar al pueblo con sus ajustes criminales y su eficacia nula para controlar la desesperante crisis. La cultura y el trabajo se degradan día a día, y las perspectivas son desoladoras. 

Pero hay algo poderoso que se está moviendo. Dentro de un panorama oscurísimo a nivel social y económico, me conmueve y entusiasma la lucha que han emprendido las mujeres de este país, y siento que la cosa es por ahí, porque ahí sí existe un verdadero deseo de emancipación. Mientras tanto, yo me aferro al cine como ese tronco que flota perdido en el mar... y que resiste.

TOP 15 

  1 - El silencio es un cuerpo que cae, de Agustina Comedi 
  2 - Llámame por tu nombre (Call me by your name), de Luca Guadagnino 
  3 - Burning, de Lee Chang-dong 
  4 - The ballad of Buster Scruggs, de Ethan y Joel Coen 
  5 - Roman J. Israel, Esq., de Dan Gilroy 
  6 - Comparsa, de Luciana Radeland
  7 - El libro de la imagen (Le livre d'image), de Jean-Luc Godard 
  8 - Infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman), de Spike Lee 
  9 - La Flor, de Mariano Llinás 
10 - Transit, de Christian Pezold 
11 - Casa propia, de Rosendo Ruiz 
12 - Un lugar en silencio (A quiet place), de John Krasinski
13 - Western, de Valeska Grisebach 
14 - Coco, de Lee Unkrich y Adrian Molina
15 - The green fog, de Guy Maddin, Galen Johnson y Evan Johnson

 
El ciclo del año: 
La retrospectiva de Hugo del Carril en el Malba


Un acontecimiento: 
El estreno (vía Netflix) de  
The other side of the wind, de Orson Welles 

El documental They'll Love Me When I'm Dead
de Morgan Neville, sobre Welles 
y la realización de su “película maldita”.


Un descubrimiento: 
La obra de Travis Wilkerson en el DocBuenos Aires


Una serie de televisión: The Deuce,
producida por David Simon y George Pelecanos


Un momento personal a atesorar: 
La función de Los 400 golpes, de François Truffaut, 
en el 33° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.


Una foto: Jean-Pierre Léaud, 
en el Hotel Provincial de Mar del Plata
(Fotografía difundida por Marcelo Alderete)

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Osvaldo Bayer (1927-2018)


Nuestra responsabilidad ante la utopía
Por Osvaldo Bayer*

- Nos preguntamos qué quieren decir los que pronuncian la palabra utopía o, lo que es lo mismo, qué queremos decir nosotros cuando empleamos esa palabra que pareciera estar escondida en algún cofre en una isla desierta. Nos referimos a ella como si fuera una piedra preciosa encantada guardada con siete sellos, o como si se tratase de sueños de libros de infancia. Y no nos damos cuenta que utopía no significa otra cosa que lo que tendríamos que hacer para ser felices. Así de sencillo. Uno parece un maestro ciruela diciendo y creyendo en estas cosas, pero es que es así: es lo que deberíamos hacer pero además, es lo más fácil de realizar y conseguir. 

- Pongamos un ejemplo. Somos todos niños, queremos jugar en la arena. A nadie se le ocurriría permitir que uno de los niños se adjudicara el 80 por ciento del cajón de arena para él solo y que los demás jugáramos en un rincón, todos apretujados. Tampoco permitiríamos que ese niño que se adueñó así de gran parte del cajón de arena nos exigiera juguetes para poder jugar en "su" zona, que en realidad pertenece a todos. Ni tampoco permitiríamos que uno de nosotros se adjudicara el mando y nos diera órdenes para hacer lo que él dictaminara, con el prejuicio de hacerlo para mantener la igualdad y la disciplina. 

- Nuestras sociedades enseñan a despreciar al pobre o a quienes tienen otro color de piel, en vez de despreciar al aprovechador y al explotador. Debería enseñar a despreciar a quien aprovecha la naturaleza de todos para sí mismo y admirar a quienes encuentran la felicidad en la humildad y la modestia, ésos que piensan siempre en utopías y así tal vez alcanzar la felicidad de la sociedad toda, en esta vida tan breve, y llena de dolor y de misterios. Ya desde la primera escuela se debería enseñar el pensamiento de los utopistas, los proyectos de las repúblicas ideales que elaboraron sus benditos cerebros y no hacernos glorificar conquistadores brutales y genocidas de pueblos que actuaron en nombre de la "civilización". 

- Así de sencillo es la utopía: sentarnos a discutir todo aquello que se nos impuso en nombre de la autoridad y la propiedad, que nos ha llevado a guerras, torturas, regímenes de esclavitud y a la absoluta obscenidad de las fortunas multimillonarias y su correlato de millones de hambrientos que mueren todos los años. 

- No voy a hablar ni de Thomas Moro, ni de Campanella, ni de Owen, Bacon o Proudhon. (A ellos hay que leerlos, gozar de ellos, imaginarse el mundo pensado por ellos) Es mejor y ya es tiempo de ponernos a caminar. Aplicar lo simple de la razón. Terminar con aquello pérfido de que "la política es el arte de lo posible", sino que el único futuro está en la lucha por lo que se cree imposible, que es nada menos que poner de relieve la bondad del ser humano, que existe. Ponerse a caminar y aprender lo bueno de los revolucionarios y corregir sus equivocaciones. Eso es la utopía. Si logramos dar diez pasos de aproximación a ella, ya justificaremos nuestro viaje por la vida. 

*Fragmentos de un artículo publicado en julio de 1998 e incluido en el libro de textos reunidos titulado En camino al paraíso. (Ed. Javier Vergara, Buenos Aires, 1999) 

martes, 25 de diciembre de 2018

Fugaz


No ensucies este momento 
alguien me canta al oído
me dice la palabra siempre. 

Irene Gruss

En la imagen: Cold War, de Pawel Palikowski

viernes, 21 de diciembre de 2018

Adiós a Penny Marshall


Penny Marshall murió hace unos pocos días, el 17 de diciembre, a los 75 años. Intuyo que vamos a recordarla sobre todo por ser la directora de Quisiera ser grande (Big, 1988), una película sin dudas maravillosa. Pero Marshall también realizó otra obra igual de hermosa que en 1992 fue un exitazo en las salas de Estados Unidos, aunque por acá nunca fue demasiado popular. ¿Será porque se trata de una película sobre béisbol, un deporte ajeno a nuestra cultura? No lo sé. Lo que tengo claro es que Un equipo muy especial, antes que nada, es una película profundamente feminista, y eso solo ya amerita volver a verla y celebrarla.


Durante la Segunda Guerra Mundial, miles de ciudadanos norteamericanos se alistaron para el frente de batalla y dejaron puestos vacantes en diferentes ámbitos, incluyendo el deporte. Así fue que en 1943 se creó la primera Liga de Béisbol Femenina (All-American Girls Professional Baseball League), a partir de una idea del dueño del Chicago Cubs, Philip Wrigley, que convocó a 64 mujeres que jugaban softball a lo largo y ancho del país. Empezaron siendo cuatro equipos, pero el fenómeno creció y llegaron a ser diez. En 12 años se disputaron 144 partidos ante más de un millón de espectadores. A league of their own es una ficción inspirada en estos hechos, y tiene como protagonistas a dos hermanas, Dottie (Geena Davis) y Kit (Lori Petty), que son reclutadas como jugadoras al inicio del relato.


La película abre con el plano del frente una casa, para pasar a un segundo plano en donde dos niños juegan al básquet en algún patio cercano. Dos chicos, una pelota y un aro, una escena habitual (trillada incluso) en el cine norteamericano. Pero lo interesante de este momento es que allí también hay dos chicas que miran cómo juegan los chicos. Todavía no entramos en la historia y ya la directora pinta un cuadro tradicional que el propio relato se encargará de dar vuelta, pues pronto el lugar de espectadores será ocupado por los varones, mientras las mujeres serán las que se luzcan en la cancha. 

Flashback a Willamette, Oregon, 1943. Ernie Capadino (Jon Lovitz) ve jugar a las hermanas Hinson en un campo de béisbol del pueblo y luego las sigue hasta la granja familiar. En una secuencia extraordinaria, vemos al hombre ingresar en un establo en donde las chicas están ordeñando vacas.


La cámara se detiene en una vaca que gira para observar al intruso mientras éste se presenta. “¿Y éste quién es?”, parecería decir el animal. “¿Qué puede saber este sujeto sobre nuestro dolor o nuestra capacidad de resistir? ¿Quién es él para determinar cuánto puede un cuerpo?”. Vacas y mujeres en una alianza de sororidad casi surrealista. El hombre, ante una primera negativa a su propuesta de trabajo, termina descalificando a las hermanas como simples “lecheras”. Las vacas no se lo perdonan y no dejan de mugir hasta el final de la secuencia.
 
 
Ira Lowenstein (David Straitharn) es el responsable de administrar la Liga Femenina. Él aspira a que los equipos sean un éxito de público, pero a la vez quiere que las chicas cultiven su atractivo para el ojo masculino. En las "clases para señoritas", ellas aprenden baile, modales en la mesa, postura, maquillaje, peinado, pero lo curioso es que en el desarrollo posterior del relato no se retomará nada de lo incorporado en esas clases, porque las jugadoras no van a necesitar aplicarlo. Podría decirse que son escenas carentes de justificación dramática si no fuera porque Marshall, precisamente, lo que busca es remarcar la inutilidad de todo ese programa de "perfeccionamiento en lo femenino", que sólo existe en esta historia porque los dueños de la Liga son varones.  


Como era de esperarse, el entrenador de las chicas tenía que ser alguien con experiencia. O sea: un varón. Por eso lo contratan a Jimmy Dugan (Tom Hanks), ex beisbolista que arruinó su carrera por culpa del alcohol. Jimmy necesita el dinero y entonces acepta dirigir a "The Peaches", aunque no le entra en la cabeza la idea de que las mujeres puedan jugar al béisbol.  


El día en que Jimmy debe conocer a las chicas para dirigir su primer partido, llega totalmente borracho al vestuario y se pone a orinar ante la presencia de ellas. Ni siquiera las saluda. Y como alguien tiene que tomar el mando del equipo, Dottie se hace cargo.


En el campo las chicas confirman que no dependen de él. El equipo se afianza y Dottie sorprende con su destreza.


Podría seguir comentando muchísimos otros momentos memorables de la película, pero voy a elegir sólo una secuencia más, que se desarrolla durante uno de los viajes en micro del grupo. Vemos por un lado cómo Shirley (Ann Cusack), que es analfabeta, intenta aprender a leer con la ayuda de Mae (Madonna, quizás en el personaje más querible de todos los que hizo en cine). Por otro lado, escuchamos la guitarra de Evelyn (Bitty Schram), que está componiendo la canción que luego se convertirá en el himno del equipo. Hasta que nos detenemos en un diálogo entre Doris (la magnífica Rosie O’Donnell) y otras dos compañeras. 

 

Lo mismo digo yo:
Miren cuántas somos.