Por Jorge Carrión*
“Los mundos creados por las
teleseries comienzan in media res, en el momento de crisis (de
cambio) en que se inician todos los grandes relatos. No hay
introducción. No hay previously on. No hay dramatis personae. El
episodio piloto retrata a los personajes profesional y familiarmente,
con su máscara (lo que quieren representar) desencajada, súbitamente
violentados. Se ofrece tal como es a las pupilas del espectador,
mediante cámaras que vacilan sobre el hombro del camarógrafo, en
planos que vibran, a través de texturas que parecen sucias, en
planos fijos que emulan los de las cámaras de seguridad. (…) Todo
se retrata con la misma ilusión de verdad que encontramos en un
documental y en el cine que ha incorporado su estética. Porque las
teleseries persiguen la creación de un mundo. Sellan desde su inicio
un pacto con el telespectador para que éste asuma que lo que está
viendo es tan real y tan ficticio como la vida misma. Un mundo
paralelo al que relacionarse desde la adicción.”
*Fragmento del estupendo libro “Teleshakespeare.
Las series en serio”. (Editorial Interzona, Buenos Aires, 2014)
Las imágenes pertenecen a Bloodline, una serie de Netflix muy entretenida sobre una familia con algunas cuentas pendientes y diversos problemas a resolver.
Las imágenes pertenecen a Bloodline, una serie de Netflix muy entretenida sobre una familia con algunas cuentas pendientes y diversos problemas a resolver.
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