Ambientada
en un pueblo de Yorkshire, Inglaterra, Happy Valley tiene como
protagonista a Catherine, una mujer polícía que lucha
cotidianamente con el dolor de haber perdido a su hija adolescente.
Nueve años atrás la joven se suicidó luego de tener un bebé
producto de una violación. Lo único que Catherine quiere es
condenar al responsable, un sujeto realmente siniestro despojado
de cualquier noción de culpa. Pero las cosas son más complicadas.
Por ahí también anda rondando un contador tan torpe como resentido que fantasea con armar un secuestro para extorsionar a su jefe. Entonces
las líneas narrativas empiezan a cruzarse, con un esquema que elige
privilegiar la consistencia dramática antes que el misterio: este rasgo es
precisamente lo que marca la diferencia en Happy Valley.
En esta historia los espectadores conocemos desde el principio a todos los personajes principales, sus motivaciones y perspectivas, y esto no implica que el guión resigne suspenso ni profundidad. Hay otras series recientes que, empeñadas en preservar la intriga nuclear a toda costa, se someten a una estructura mecánica de sospechoso-descarte-nuevo sospechoso para finalmente revelar que siempre tuvimos al psicópata frente a nuestras narices y no lo vimos (un poco al viejo estilo de "el asesino es el mayordomo"). Muchas veces se apela a giros de último minuto que resultan artificiales y frustrantes, escritos con un simplismo que roza lo obsceno, como ocurre por ejemplo en Top of the Lake, en The Killing (sobre todo en su tercera temporada) y en Gracepoint (remake norteamericana de la británica Broadchurch, que no he visto). Centradas en casos que involucran a niños o adolescentes en peligro, estas series pueden presentar ganchos y personajes interesantes, pero cuando terminan no dejan mucho más que un sabor a manipulación gratuita y morbo. Lo mismo transmite The Missing, aunque aquí al menos se percibe un intento de seguir con mayor atención lo que le sucede internamente a un joven pedófilo que reconoce su enfermedad y aspira a controlarla.
Happy Valley es distinta porque no pretende impactar con sorpresas salidas bruscamente de la galera. El malo es el malo, pero no es el único motor de la violencia en este drama sobre los arrebatos de codicia y perversión de burgueses pequeños pequeños. Hay tensión, hay matices y hay subtramas que agregan densidad al contexto sin obstruir el conflicto central. No voy a extenderme en detalles porque el objetivo es recomendarla. No es perfecta pero es una de las miniseries policiales más sólidas que hoy puede ofrecer la televisión, con un personaje protagónico enaltecido por el conmovedor trabajo de la actriz Sarah Lancashire, todo un descubrimiento.
En esta historia los espectadores conocemos desde el principio a todos los personajes principales, sus motivaciones y perspectivas, y esto no implica que el guión resigne suspenso ni profundidad. Hay otras series recientes que, empeñadas en preservar la intriga nuclear a toda costa, se someten a una estructura mecánica de sospechoso-descarte-nuevo sospechoso para finalmente revelar que siempre tuvimos al psicópata frente a nuestras narices y no lo vimos (un poco al viejo estilo de "el asesino es el mayordomo"). Muchas veces se apela a giros de último minuto que resultan artificiales y frustrantes, escritos con un simplismo que roza lo obsceno, como ocurre por ejemplo en Top of the Lake, en The Killing (sobre todo en su tercera temporada) y en Gracepoint (remake norteamericana de la británica Broadchurch, que no he visto). Centradas en casos que involucran a niños o adolescentes en peligro, estas series pueden presentar ganchos y personajes interesantes, pero cuando terminan no dejan mucho más que un sabor a manipulación gratuita y morbo. Lo mismo transmite The Missing, aunque aquí al menos se percibe un intento de seguir con mayor atención lo que le sucede internamente a un joven pedófilo que reconoce su enfermedad y aspira a controlarla.
Happy Valley es distinta porque no pretende impactar con sorpresas salidas bruscamente de la galera. El malo es el malo, pero no es el único motor de la violencia en este drama sobre los arrebatos de codicia y perversión de burgueses pequeños pequeños. Hay tensión, hay matices y hay subtramas que agregan densidad al contexto sin obstruir el conflicto central. No voy a extenderme en detalles porque el objetivo es recomendarla. No es perfecta pero es una de las miniseries policiales más sólidas que hoy puede ofrecer la televisión, con un personaje protagónico enaltecido por el conmovedor trabajo de la actriz Sarah Lancashire, todo un descubrimiento.
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