Coherence (Estados Unidos, 2013)
Dirección: James Byrkit
Sección: Competencia Vanguardia y Género
Ocho amigos se juntan para cenar y ponerse al tanto de cómo van sus vidas. No es una noche cualquiera: un cometa está a punto de surcar el cielo y algunos expertos advierten que podrían pasar cosas raras. Que la primera sorpresa sea el estallido de un teléfono celular representa una idea muy lúcida, pues no es insensato imaginar que un colapso planetario de celulares alcanzaría para ver a la humanidad extinguirse en la desesperación definitiva, devorada en unas horas por su propia ansiedad. Porque un dispositivo que para muchos es una simple herramienta de comunicación, para otros hoy se ha convertido en una pulsión fisiológica o una extensión de su ser. ¿Cuál es la verdadera naturaleza de ese lazo que nos une a lo que existe? Creemos comprender dónde termina uno y dónde empiezan los otros, aunque sabemos que basta un simple tajo en el tiempo, un temblor del alma, una mirada lapidaria, una punzada de celos, para que todo a nuestro alrededor se disuelva y esfume en el más puro horror, o en el absurdo… o más precisamente: en lo Real.
Por suerte el director James Byrkit no exhibe mayores alardes psicoanalíticos ni apocalípticos en este film, que esencialmente busca desconcertar con una trama de giros fantásticos y enigmas cósmicos, y si apela a ciertas especulaciones teóricas (como la alusión al gato de Schrödinger), es solo para abrir el juego de las probabilidades y no para imponer una verdad. La modesta realización logra explotar cada resquicio del reducido espacio, ya que casi toda la acción transcurre adentro de una casa, con una puerta que de repente se transforma en umbral hacia lo inexplicable (hay ecos del ángel exterminador buñueliano, sí). Pero así como Coherence ofrece un par de ocurrencias de puesta en escena realmente brillantes, hay que decir también que estamos ante una película demasiado segura de su ingenio, con un guión tan encandilado por la cinta de Moebius que en su precipitación narrativa termina descuidando a sus personajes hasta empujarlos hacia una apática caricatura, si es que directamente no los hace desaparecer en el más llano olvido. La alegoría, entonces, pierde sus fibras en un tramo final de resoluciones llamativamente toscas para la complejidad que el film había prometido en un principio.
Sin embargo, más allá de este sabor a frustración, lo mejor de Coherence no debería hallarse en el todo sino en sus partículas, en las ráfagas y los cortocircuitos que cruzan este tenso tapiz de primerísimos primeros planos en donde la ubicuidad de la cámara, que viborea a la caza de sentires y gestos furtivos, es la única capaz de intuir qué es lo que hierve en ese grupo humano. Y aunque la película parezca contarnos una historia extraordinaria e inefable, en el fondo nos habla de lo de siempre: la necesidad de escapar de nosotros mismos.
Me quedé con ganas de verla. Tardé en decidir sacar las entradas y se agotaron.
ResponderEliminarSiempre leo tu blog. Gracias por escribirlo.
Mara.
¡Hola Mara! No te preocupes por "Coherence".
ResponderEliminarLa que te recomiendo -a vos y a todo el que esté leyendo- es que intenten ver O HOMEM DAS MULTIDOES, hermosa película brasileña que vi el domingo. Creo que la exhiben mañana y también el jueves. Sencilla y sofisticadísima al mismo tiempo.
Gracias por tu comentario.