Producida por HBO y emitida por
televisión el año pasado, Phil Spector narra el detrás de la
escena del juicio que condenó por homicidio al excéntrico productor musical. La
película es otra prueba de las buenas ideas que pueden nacer de la
mente de David Mamet cuando le toca hacer lo que mejor le sale:
atravesar las instituciones para triturar sus discursos. Recordé a
Mamet, en principio, cuando la vi a Helen Mirren nominada por Phil
Spector en los últimos Globos de Oro. Por otro lado, una de las grandes
películas de este 2014, El lobo de Wall Street, tiene un antecedente
ineludible en una obra clave de Mamet, Glengarry
Glenn Ross, como el propio Scorsese reconoce en más de una entrevista. La nota que sigue la
escribí hace unos cuantos años, pero me pareció que podía
rescatarla como un recorrido introductorio por la obra de uno de los autores más inteligentes del cine contemporáneo (y quizás no tan conocido como merece serlo).
David Mamet
El placer del texto
A propósito del estreno de Cuéntame
tu historia (State & Main), una simpática comedia sobre ese circo
llamado Hollywood, esta nota resume la carrera de su director, el versátil David
Mamet.
Escrita en agosto de 2001.
No es sencillo reunir en la memoria
todas las películas que en sus créditos incluyen el nombre de David
Mamet. Seguramente es más fácil recordar cualquier escena de
Mentiras que matan (Wag the dog) e imaginar a este artista-pulpo
escondido tras la sonrisa canchera del personaje de Robert De Niro. Ese film de
1997, dirigido por Barry Levinson a partir de un guión de Mamet, es
una de las críticas más lúcidas y osadas que ha recibido la
industria del espectáculo. Sin embargo, Wag the dog pasó a la
historia por anticipar con inquietante precisión el escándalo de
Monica Lewinsky. El año pasado, mucho antes de la puja Gore-Bush por
el escrutinio en la elección presidencial, Mamet presentó su última
película, State & Main, que también contiene
una situación visionaria: un personaje dice “Todo esto es absurdo”
y otro le responde “También es absurdo nuestro sistema electoral,
pero nosotros igual votamos”. Cuando un periodista de la CNN le
preguntó al director por esta nueva coincidencia, él dijo
simplemente que fue una cuestión de suerte, aunque lo cierto es que
este hiperactivo cineasta, dramaturgo, guionista, productor,
ensayista, actor y compositor ya podría ir pensando en extender su
currículum con su nueva habilidad: profeta de la actualidad
norteamericana.
Tablas y cine
Nacido en 1947 en Chicago, David Alan
Mamet empezó a vincularse a la creación desde la adolescencia. Luego de
estudiar teatro en Vermont y Nueva York en la década del ’60,
inició su carrera como intérprete y director en el circuito Off
Broadway, donde encontró el ambiente ideal para lanzarse a escribir.
El reconocimiento del público llegó en 1974 con la pieza Sexual
perversity in Chicago, a la que siguieron las exitosas The Duck
Variations (1976) y American Buffalo (1977), obras que entre otros
temas abordan las relaciones de pareja, la amistad, el engaño y el tejido de normas sociales que pretende organizar y atar a nuestra especie.
Más allá de las tópicos recurrentes
que atraviesan su producción, Mamet se caracteriza principalmente
por la peculiar forma en que hace hablar a sus personajes: diálogos
de rítmica extraña, plagados de balbuceos, con un vocabulario a
veces ramplón. Mientras algunos norteamericanos rechazan este
estilo, al que consideran impostado e irritante, muchos otros lo
exaltan como el rasgo más preciado del dramaturgo, tanto que se ha
inventado la etiqueta “Mamet speak” para describir su marca
discursiva. Buen ejemplo de esto es la famosa pieza Glengarry Glen
Ross, donde queda claro que Mamet, al poner de manifiesto el
artificio del lenguaje, en el fondo está intentando desmontar sus
mecanismos ideológicos, una práctica que alcanza el paroxismo en la
polémica Oleanna (1992).
La historia del cine ubica a David
Mamet dentro de la generación de los "hyphenates", es decir, aquellos
guionistas que durante los ’80 cobraron renombre en Hollywood y
pasaron a ser escritores-productores-directores de sus propias
películas, una camada en la que entran Barry Levinson, John Sayles, Lawrence
Kasdan y Ron Shelton, entre otros. Mamet, después de trabajar en los
guiones de El cartero llama dos veces (Bob Rafelson), El veredicto
(Sydney Lumet) y Los Intocables (Brian de Palma), decidió pasar a la realización con Casa de juegos (House of games, 1987), una
atractiva película sobre jugadores compulsivos y escultores del
fraude que hoy es un clásico del thriller psicológico (y que
también tuvo sus influencias en las Nueve Reinas de Fabián
Bielinsky).
Luego llegaron Las cosas cambian
(Things change, 1988) e Identificación de un homicidio (Homicide,
1991), dos títulos hoy algo olvidados aunque interesantes, entrelazados
por la presencia de un bogartiano Joe Mantegna. En estas primeras películas
ya podían apreciarse dos de los pilares del universo Mamet: por un
lado, el tema de la traición, combustible esencial en sus
relatos, y por otro, la absoluta imprevisibilidad de las acciones y
actitudes de los personajes, una virtud de sus guiones que le permite sostener la atención del espectador aun cuando los films caigan por
momentos en mesetas narrativas.
La retórica escéptica
En 1992 Mamet adaptó para la pantalla
su obra ganadora del premio Pulitzer en 1984, Glengarry Glen Ross,
film estrenado aquí con el título El precio de la ambición.
Dirigida por James Foley, esta película resulta imprescindible en el
estudio de una de las obsesiones mametianas: la disección de la
retórica capitalista. El film presenta a un grupo de oficinistas que
pasan sus días intentando convencer a potenciales clientes para que
inviertan en tierras y propiedades. Al Pacino, Jack Lemmon, Alec
Baldwin, Ed Harris, Alan Arkin y Kevin Spacey forman el equipo que
hace funcionar a pleno el “Mamet speak”, en una película que esencialmente se sostiene por la perspicacia de los diálogos, siempre
enroscados en frases que van del nihilismo a la mentira, de la
soberbia a la humillación. “En los Estados Unidos -dijo una vez el
autor- parece ser un placer el hecho de ver la vida como una empresa
comercial. Ese es nuestro carácter nacional”. En su claustrofóbica
puesta en escena, Glengarry condensa los vicios que Mamet postula
como fundacionales de la cultura norteamericana: la competencia, el
individualismo y la hipocresía.
En 1994 el dramaturgo llevó al cine su
controvertida obra Oleanna (fue editada en video bajo el nombre
Denuncia de acoso), la historia de una estudiante universitaria
(Debra Eisenstadt) que encara a su profesor (William H. Macy) en
reclamo de una calificación que ella cree injusta. Sin contraer la fuerza teatral de la pieza, Mamet concreta con Oleanna su
película más cerebral, desestabilizadora y políticamente
incorrecta. Los diálogos una cadena de
bombas de escepticismo que destruyen lentamente las bases teóricas de la universidad, el derecho, la burocracia y la moral
de la clase media, y aunque por momentos parezca demasiado
abstracta, esta táctica mametiana de provocación funciona de
maravillas en la película, pues logra que todas las construcciones
sociales que nos rodean se tornen pasmosamente relativas.
A Mamet le gusta analizar el lenguaje y
explotar las diferentes connotaciones de las palabras. La alumna del
film emite frases vacilantes, tímidas y truncas que son atajadas
con vehemencia por las del profesor, mucho más estructuradas,
contundentes y filosas. Lo curioso es que, en la mirada del autor, el
hecho de brillar en el arte de la argumentación no necesariamente garantiza el
éxito. Cualquiera puede dar vuelta el tablero, como indican los
finales de Glengarry Glen Ross, Oleanna e incluso Wag the dog. En
estos mundos no siempre triunfa el más dotado para la persuasión
dialéctica, sino aquel que mejor oculta sus verdaderas intenciones
mutando calladamente de víctima a victimario, cortando y pegando los
fragmentos de discurso que convengan a cada situación, aunque en su
conjunto no se adscriban a un razonamiento lógico. Este anarquismo
lingüístico, que tiene mucho de posmoderno, es un desafío y a la
vez un límite para Mamet: dinamita con talento el estado de las
cosas, pero se muestra perezoso a la hora de esbozar alternativas, por lo
que a veces sus críticas se acercan más al cinismo que a la voluntad constructiva.
En su siguiente película, Prisionero
del peligro (The Spanish Prisoner, 1997), Mamet reavivó la atmósfera
de Casa de juegos para trazar un relato de impecable clasicismo,
enmarcado en un subgénero que él mismo ha bautizado como “light
thriller”. Dos años después rodó El honor de los
Winslow (The Winslow Boy), un drama de época que examina los prejuicios de la sociedad
victoriana del 1900 y cincela un retrato sofisticado de
una familia burguesa en crisis. En estas dos películas con las que cierra los años 90, el director
demuestra un afecto inusitado por los personajes centrales, y les
concede entereza y dignidad. Por fin, en medio de los aires
derrotistas de sus obras anteriores, parece asomar un Mamet que
quiere empezar a confiar.
Sobre el propio oficio
State & Main, cuyo título de
estreno local es Cuéntame tu historia, es la séptima película del realizador. Guiado por un sereno optimismo, Mamet consigue uno
de sus mejores films con esta comedia sobre el cine dentro del
cine. Todo comienza cuando un equipo de técnicos, profesionales y
actores de Hollywood invade un pequeño pueblo de New England para rodar una película llamada “El
viejo molino”. William H. Macy (cada día más parecido a Woody
Allen) interpreta al neurótico director del proyecto, quien antes
del rodaje se topa con algunos problemas: el molino del pueblo que
necesitaban para el film ardió en un incendio; la estrella femenina
(Sarah Jessica-Parker) no quiere hacer el desnudo que había
prometido; y el astro masculino (Alec Baldwin) se pasa de listo con
una adolescente. A todo esto se suma el bloqueo creativo de un
guionista novato (Phillip Seymour Hoffman) que no logra seguir el
ritmo de la producción y se escabulle para conversar con una joven
que acaba de conocer. Y esto es sólo el principio.
Divertida y llena de agudos one-liners, State & Main está propulsada por una amabilidad inédita en Mamet, que
no duda en confesarse devoto admirador de Preston Sturges: “El gran
genio, el gran escritor que comenzó como dramaturgo y se convirtió
en director de cine. Podría mirar sus películas todas las noches
por el resto de mi vida. Son perfectas”. Es cierto, en la
mordacidad y en la caótica felicidad que desprende State & Main,
uno siente el vuelo rasante del ángel de Sturges. Sin embargo, nadie
tiene en esta historia la tenacidad utópica del protagonista de Los
viajes de Sullivan, aquel film de 1942 en donde Joel
McCrea interpretaba a un cineasta dispuesto a todo para realizar una
película con sello personal. Por el contrario, en la ficción de
Mamet lo que sorprende es ver cómo los miembros de la producción
trabajan con la más absoluta indiferencia. A nadie le preocupa
demasiado la calidad de la película que van a rodar, y mucho menos
piensan en esa cosa llamada “arte”. Lo único que importa es que
la filmación se concrete dentro de los cálculos comerciales, ya sea
con o sin desnudo, con o sin estilo.
En una línea satírica similar a Wag
the dog, aunque en un tono mucho más leve, State & Main se ríe de
Hollywood, sus prácticas y sus criaturas. Los productores son
mercenarios, las estrellas son descaradamente estúpidas y los
demás... bueno, hacen lo que pueden. En este último grupo entra el
personaje de Joseph Turner White (Phillip Seymour Hoffman) un humilde
escritor que intenta probar suerte como guionista. Tímido, aferrado
al viejo uso de la máquina de escribir, pronto comprueba que sus
aspiraciones artísticas no son compatibles con el show business. O
se amolda y baja sus expectativas, o se va. No tiene que perder la
buena fe, tan sólo ceder un poco. Y ahí está el propio Mamet, sin
dudas, asumiendo con honestidad su lugar dentro de el circo
(recordemos que él también escribió guiones por encargo: The Edge,
Ronin y Hannibal, entre otros). Hollywood no difiere demasiado de
otras empresas, ni de la sociedad norteamericana, ni del sistema
capitalista en general: cada uno hace lo suyo y maneja sus principios
morales como puede. State & Main es un Mamet pequeño, querible y
pícaro, aunque menos ácido que de costumbre... y también más conformista.
David Mamet - Filmografía destacada
1987: Casa de juegos (House of Games)
1988: Las cosas cambian (Things change)
1991: Identificación de un homicidio (Homicide)
1992: Glengarry Glenn Ross (Guión)
1992: Hoffa (Guión)
1994: Oleanna
1996: American Buffalo (Guión)
1997: Prisionero del peligro (The Spanish Prisoner)
1997: Mentiras que matan (Wag the dog) (Guión)
1999: El honor de los Winslow (The
Winslow boy)
2000: Cuéntame tu historia (State &
Main)
2001: Un plan perfecto (Heist)
2004: Spartan
2005: Edmond (Guión)
2008: Cinta roja (Redbelt)
2013: Phil Spector