Lumpen (Argentina, 2013)
Dirección: Luis Ziembrowski
Sección: Panorama argentino
Tres muertos (Argentina, 2013)
Dirección: Iñaki Dubourg y Jerónimo Atehortúa Arteaga
Sección: Competencia argentina
Dirección: Luis Ziembrowski
Sección: Panorama argentino
Tres muertos (Argentina, 2013)
Dirección: Iñaki Dubourg y Jerónimo Atehortúa Arteaga
Sección: Competencia argentina
Debut en el
largometraje del actor Luis Ziembrowski, Lumpen es un film que
incomoda, irrita, raspa, satura. Por momentos parece anclado en cierta
estética orgullosamente marginal propia de otra época, con
esa fusión de grotesco y sordidez sobreactuada que uno podría
asociar a un Jorge Polaco, por ejemplo. Al mismo tiempo, las
pretensiones reflexivas de Lumpen sobre el tema del cine dentro del
cine inflan el relato y lo vuelven confuso y deshilachado hasta la
extenuación. Estamos en alguna esquina derruida del
conurbano bonaerense, un foco de roña y fascismo en donde Bruno
(Sergio Boris) intenta sobrevivir junto a su hijo adolescente (Alan
Daicz), lidiando con diversos personajes siniestros que
habitan el barrio. Mientras el chico se obsesiona con una cámara
filmadora que pertenecía a su padre, éste se interna en un
laberinto de paranoia al sentir que no puede proteger a su hijo en
ese escenario de miserias.
Todo indica
que la historia transcurre a comienzos de 2002, en aquella
extrañísima Argentina en donde la incertidumbre política buscaba sosiego en las asambleas vecinales. En la ficción se lee claramente ese marco de protestas y ansiedad (animado por
una esperpéntica militante trotskista), pero aquí lo interesante es
que este contexto se sugiere principalmente a través de una meticulosa percusión (bombos, tiros, arengas callejeras, noticias en la tele o en la
radio) que inflama el fuera de campo y logra transmitir la angustia
de ese tiempo histórico particular. El punto más alto del film
reside sin dudas en el fértil tejido de la banda sonora.
“No estoy
contando la película desde el punto de vista de los héroes, sino
desde el lado de los canallas”, dijo Luis Ziembrowski en la charla
posterior a la proyección del film, decisión de riesgo que el relato
lleva hasta sus últimas consecuencias al hacer que todos los
personajes nos generen algún grado de rechazo o desconfianza. Lo reitero: ver
Lumpen fue una experiencia agotadora. Y sin embargo, a pesar de sus debilidades, hoy se me aparece como una película increíblemente urgente y
pegajosa. Uno no puede desprenderse de esas imágenes rabiosas que
retornan una y otra vez como si fueran martillazos, y es justamente
esa capacidad para agitar la percepción -y las ideas- lo que
distingue a Lumpen de otras indolentes óperas primas nacionales que
compitieron en este festival. La diferencia central es que esta
película está viva. Respira. Es la obra desesperada y honesta de un artista
hambriento, que necesita aullar y que está dispuesto a sangrar.
En el
extremo opuesto al barroquismo de Lumpen encontramos el culto al
vaciamiento dramático que propone Tres muertos, film debut de Iñaki
Dubourg y Jerónimo Atehortúa Arteaga, egresados de la Universidad del
Cine. La escena inicial muestra a
tres jóvenes enterrando un cadáver. No se los nota entrenados en la
tarea. No son profesionales, digamos. Enseguida la narración pasa a
explicarnos cómo llegaron ahí. Los muchachos (interpretados por Julián Tello, Ignacio Sánchez Mestre y Julián Larquier) son tres amigos que tal vez ya rocen la
treintena aunque se comportan como chicos de quince años. Luego de una
fiesta nocturna que sirve como presentación del vínculo, los personajes se
lanzan a la ruta pampeana hasta llegar a una enorme estancia
perteneciente a la familia de uno de ellos, con el plan de pasar el
fin de semana. Algo ocurre allí. Y punto.
La idea principal es mostrar que los personajes no reaccionan ante la tragedia
de la forma esperada (realista), pues son tres cascotes despojados de todo nervio
humano. ¿Extraterrestres? ¿Niños ricos con tristeza? No, apenas son los inanes artefactos de
una ficción que se pretende cool y autoconsciente (de allí que los personajes miren a cámara durante un largo rato en un momento clave), para lo cual recicla estrategias demasiado visitadas por el Nuevo Cine Argentino. Junto al cansino
diálogo sobre “la caza del hombre” hay que contemplar las
alusiones a Easy Rider y a Deliverance, apuntes
cinéfilos y sociológicos colocados para plantear inquietudes sobre la relación del hombre con la violencia. Pero la
película fracasa porque nunca logra rasgar la densa capa de
irrelevancia que recubre el relato, con tres sujetos que compiten
entre sí para ver quién es más imbécil que el otro. Y aunque
seguramente califiquen de canallas, como los protagonistas de Lumpen, los
chicos de Tres muertos son tan nulos que ni siquiera alcanzan el
grado cero de la existencia cinematográfica (y vale aclarar que los
actores están bien). ¿Qué querían contar los
realizadores cuando modelaron estos personajes? Quizás buscaban una
radiografía de cierta juventud contemporánea, aunque convengamos
que no hay demasiado margen para la sorpresa o la reflexión si los
personajes ya quedan directamente condenados en el mismo título del
film.
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