sábado, 14 de diciembre de 2013

Mar del Plata 2013 - Lumpen / Tres muertos


Lumpen (Argentina, 2013)
Dirección: Luis Ziembrowski
Sección: Panorama argentino
Tres muertos (Argentina, 2013)
Dirección: Iñaki Dubourg y Jerónimo Atehortúa Arteaga
Sección: Competencia argentina

Debut en el largometraje del actor Luis Ziembrowski, Lumpen es un film que incomoda, irrita, raspa, satura. Por momentos parece anclado en cierta estética orgullosamente marginal propia de otra época, con esa fusión de grotesco y sordidez sobreactuada que uno podría asociar a un Jorge Polaco, por ejemplo. Al mismo tiempo, las pretensiones reflexivas de Lumpen sobre el tema del cine dentro del cine inflan el relato y lo vuelven confuso y deshilachado hasta la extenuación. Estamos en alguna esquina derruida del conurbano bonaerense, un foco de roña y fascismo en donde Bruno (Sergio Boris) intenta sobrevivir junto a su hijo adolescente (Alan Daicz), lidiando con diversos personajes siniestros que habitan el barrio. Mientras el chico se obsesiona con una cámara filmadora que pertenecía a su padre, éste se interna en un laberinto de paranoia al sentir que no puede proteger a su hijo en ese escenario de miserias.

Todo indica que la historia transcurre a comienzos de 2002, en aquella extrañísima Argentina en donde la incertidumbre política buscaba sosiego en las asambleas vecinales. En la ficción se lee claramente ese marco de protestas y ansiedad (animado por una esperpéntica militante trotskista), pero aquí lo interesante es que este contexto se sugiere principalmente a través de una meticulosa percusión (bombos, tiros, arengas callejeras, noticias en la tele o en la radio) que inflama el fuera de campo y logra transmitir la angustia de ese tiempo histórico particular. El punto más alto del film reside sin dudas en el fértil tejido de la banda sonora.

No estoy contando la película desde el punto de vista de los héroes, sino desde el lado de los canallas”, dijo Luis Ziembrowski en la charla posterior a la proyección del film, decisión de riesgo que el relato lleva hasta sus últimas consecuencias al hacer que todos los personajes nos generen algún grado de rechazo o desconfianza. Lo reitero: ver Lumpen fue una experiencia agotadora. Y sin embargo, a pesar de sus debilidades, hoy se me aparece como una película increíblemente urgente y pegajosa. Uno no puede desprenderse de esas imágenes rabiosas que retornan una y otra vez como si fueran martillazos, y es justamente esa capacidad para agitar la percepción -y las ideas- lo que distingue a Lumpen de otras indolentes óperas primas nacionales que compitieron en este festival. La diferencia central es que esta película está viva. Respira. Es la obra desesperada y honesta de un artista hambriento, que necesita aullar y que está dispuesto a sangrar.


En el extremo opuesto al barroquismo de Lumpen encontramos el culto al vaciamiento dramático que propone Tres muertos, film debut de Iñaki Dubourg y Jerónimo Atehortúa Arteaga, egresados de la Universidad del Cine. La escena inicial muestra a tres jóvenes enterrando un cadáver. No se los nota entrenados en la tarea. No son profesionales, digamos. Enseguida la narración pasa a explicarnos cómo llegaron ahí. Los muchachos (interpretados por Julián Tello, Ignacio Sánchez Mestre y Julián Larquier) son tres amigos que tal vez ya rocen la treintena aunque se comportan como chicos de quince años. Luego de una fiesta nocturna que sirve como presentación del vínculo, los personajes se lanzan a la ruta pampeana hasta llegar a una enorme estancia perteneciente a la familia de uno de ellos, con el plan de pasar el fin de semana. Algo ocurre allí. Y punto.

La idea principal es mostrar que los personajes no reaccionan ante la tragedia de la forma esperada (realista), pues son tres cascotes despojados de todo nervio humano. ¿Extraterrestres? ¿Niños ricos con tristeza? No, apenas son los inanes artefactos de una ficción que se pretende cool y autoconsciente (de allí que los personajes miren a cámara durante un largo rato en un momento clave), para lo cual recicla estrategias demasiado visitadas por el Nuevo Cine Argentino. Junto al cansino diálogo sobre “la caza del hombre” hay que contemplar las alusiones a Easy Rider y a Deliverance, apuntes cinéfilos y sociológicos colocados para plantear inquietudes sobre la relación del hombre con la violencia. Pero la película fracasa porque nunca logra rasgar la densa capa de irrelevancia que recubre el relato, con tres sujetos que compiten entre sí para ver quién es más imbécil que el otro. Y aunque seguramente califiquen de canallas, como los protagonistas de Lumpen, los chicos de Tres muertos son tan nulos que ni siquiera alcanzan el grado cero de la existencia cinematográfica (y vale aclarar que los actores están bien). ¿Qué querían contar los realizadores cuando modelaron estos personajes? Quizás buscaban una radiografía de cierta juventud contemporánea, aunque convengamos que no hay demasiado margen para la sorpresa o la reflexión si los personajes ya quedan directamente condenados en el mismo título del film.

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