Elevar el propio pensamiento hasta el nivel del enojo (el enojo provocado por toda la violencia que hay en el mundo, esa violencia a la que nos negamos a estar condenados). Elevar el propio enojo hasta el nivel de una tarea (la tarea de denunciar esa violencia con toda la calma y la inteligencia que sean posibles).
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Elevar, por tanto, el propio pensamiento acerca de la imagen hasta el enojo provocado por el tiempo resistido, por el tiempo sufrido por los seres humanos en pos de determinar su propia historia.
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Elevar el propio pensamiento hasta el nivel del enojo, elevar el propio enojo hasta el nivel de una obra. Tejer esa obra que consiste en cuestionar la tecnología, la historia y la ley. Para que nos permita abrir los ojos a la violencia del mundo que aparece inscrita en las imágenes.
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**Fragmentos del artículo "Cómo abrir los ojos", prólogo del libro Desconfiar de las imágenes, de Harun Farocki (Caja Negra Editora, Buenos Aires, 2013).
La imagen pertenece al film Serious Games III: Immersion (2009), de Harun Farocki.
Gracias, Caro, este texto significa mucho para mí hoy en que el enojo me asfixia.
ResponderEliminarLa rabia como vocación de la que hablaba Silvio Rodríguez... ¿Cómo pasar por este mundo luchando sin parecer un loco gritando en el desierto?
Un abrazo, muy grande y gracias otra vez por este texto tan rico para mí.
Lili
Lili,
ResponderEliminarAcabo de leer lo que contás en tu blog sobre el baldío y el incendio. Lo siento mucho, y entiendo tu enojo. Para mí en los últimos años el enojo realmente se tornó constitutivo en mí, aunque obviamente uno se ve obligado a camuflarlo o sublimarlo. Pero me niego naturalizar el malestar. Y no se trata simplemente de un enojo generalizado contra “El Mal” en el mundo, o la violencia, o el gobierno, o “El Poder”... es un estado de impotencia y tristeza que surge de cosas muy concretas, como la desidia de la cual hablás, o la falta de un mínimo respeto en las relaciones más elementales de la convivencia (con la familia, o los vecinos, o los colegas...). Todo ámbito está viciado.
Por eso uno busca el arte. Es la única puerta.
El libro de Farocki es muy bueno, aunque ya el prólogo de Didi-Huberman vale por sí mismo.
Abrazo grande.
Caro