Es muy curioso todo lo que viene sucediendo alrededor de la intervención perpetrada por Cecilia Giménez sobre el Ecce Homo pintado en una iglesia de Zaragoza. Lo que sigue es un extracto de un interesante artículo sobre el tema publicado en la revista Ñ.
Por Marina Oybin *
Siguiendo a Zygmunt Bauman y Ulrich
Beck, para el sociólogo Lucas Rubinich, la increíble pregnancia que
tuvo la imagen del Ecce Homo desfigurado en las redes sociales se
debe a un proceso de “destradicionalización” de fin de época:
la conversión en una nueva hegemonía vinculada a la “sociedad
líquida”, donde las viejas instituciones dejan de tener peso
cultural. Ante el deterioro de las instituciones, el individuo toma
el lugar central, al punto, dice Rubinich, de llegar a patearlas. Y
en la arena de la Web, los espectadores se vuelven productores: “Hay
una habilitación a cruzar la vía del respeto canónico y reírse. A
saltar la idea del espectador asombrado y convertirse en productor
irreverente.”
Más allá de la belleza pura y dura,
el valor patrimonial de un ícono está ligado a su eficacia como
imagen de culto: qué desata y despierta en el imaginario de los
fieles. Desfigurada, ¿la imagen devocional seguirá cumpliendo su
objetivo? ¿Qué viene a decirnos ese deseo de preservarla? Siguiendo
a (Pablo) Semán, esa equivocación inicial explica la carga
simbólica del nuevo Ecce Homo. El ícono incluye a la propia Cecilia
Giménez y a su acción fallida: nos recuerda que se puede errar,
pero si se es bien intencionado de espíritu, habrá perdón. Además,
en la net, sin protocolo ni canon que obedecer, el espectador
transformado en creador repentino reinterpreta, emulando a la anciana
restauradora, ese Ecce Homo que avanza exponencialmente.
* Fragmento de una nota publicada en la
revista Ñ del diario Clarín. (08/09/12)
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