lunes, 13 de agosto de 2012

Esas otras campanas


Hace poco la revista británica Sight & Sound difundió los resultados de la famosa encuesta que cada diez años intenta determinar cuáles son las mejores películas de la historia del cine. En la votación participan centenares de especialistas de todo el mundo. Cada uno elige diez títulos, y a partir de la suma de puntos se establece un ranking con las 50 películas más votadas. La novedad, este año, es que Citizen Kane, de Orson Welles, fue desbancada de la cumbre de la lista por primera vez desde 1962. Le ganó Vértigo, film de Alfred Hitchcock estrenado en 1959. 

Se discute mucho, y me parece bien que así sea, sobre la utilidad de estas listas, sobre la posible "fosilización" de ciertos criterios de selección, sobre los nombres que sobran y los que faltan, etc. En lo personal no me interesa demasiado entrar en ese intríngulis. Simplemente, tomo estas listas como barómetros y guías. Me gusta bucear entre las votaciones de los críticos que admiro y anotar ciertas rarezas que me intrigan, así como recordar y hacer los deberes frente a tantos títulos imprescindibles que aún tengo que ver.

Por supuesto, siempre sorprenden los grandes que no están. Luis Buñuel es uno de los ausentes dentro del ranking de las mejores cincuenta. Por eso escribo este post, con la excusa de recomendar una obra maestra del cineasta español que se verá en breve por televisión, y de paso compartir un pedacito de un texto de Daney que me encanta.  

Este viernes 17 de agosto, a las 23.50, el canal de cable INCAA TV emitirá Él, película de 1952 protagonizada por Arturo de Córdova y Delia Garcés.

Por Serge Daney*

El deseo no es la clave del orden social, sino que tiende a la sociedad un espejo surreal en el que ésta se reconoce. El deseo es una forma, la pulsión una energía de fondo. Nunca se prestará suficiente atención, tratándose de Buñuel, a estas pequeñas palabras: deseo, pulsión. 

Pero un film como Él, con su nitidez clínica y sus zonas de sombras a pleno día, testimonia que tampoco para Buñuel la cosa fue fácil. Ni fácil de vivir, ni fácil para hacer con ella un film. Antes de ser sabio, antes de tejer unos con otros los sueños y alucinaciones de la burguesía, antes de encontrar en ésta un "discreto encanto", tuvo que terminar este autorretrato. En Él, el misterio no está en el celoso delirante (el "caso" es claro), sino en la buena sociedad que lo rodea y que no quiere ver ni saber nada de aquello que nosotros vemos y sabemos. El padre Velasco (o la propia madre de Gloria), ¿es solamente un hipócrita dispuesto a todo para evitar el escándalo? Nada impide pensar que se trata ante todo de un idiota, y que en ese momento de su vida, Buñuel sintió la tentación de oponer -a la manera de Molière, pero de un Molière que hubiese leído a Sade- los imbéciles a los delirantes, con una neta preferencia por estos últimos.

* Fragmento de una crítica publicada en la compilación Cine, arte del presente. (Santiago Arcos editor, Buenos Aires, 2004).

La encuesta de Sight & Sound aparece publicada aquí.

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