domingo, 1 de julio de 2012

A Roma con amor, de Woody Allen


Porque sí. Woody Allen continúa rodando una película por año porque sí. No hay otra explicación. Si uno acepta esa pauta desde el vamos, sin demandar las genialidades de antaño, entonces A Roma con amor (To Rome with love) puede disfrutarse sencillamente por lo que es: una comedia leve y simpática. Pero parece que nos cuesta tolerar el porque sí, sobre todo si hablamos de arte y más aún si estamos frente a uno de esos autores de quien seguimos esperando que tenga cosas para decir. Y aquí es cuando Woody se exaspera y decide volver a actuar para proclamar, con su propia voz en la ficción, que él no se quiere jubilar, porque dejar de trabajar para él equivale a la muerte. No es lo principal estar acompañado por la inspiración, y a esta altura él tampoco se angustia si esa laguna queda en evidencia, porque Woody es ante todo un hacedor. La compulsión no puede esperar a la epifanía. Es por eso que a veces el hombre hace maravillas y otras veces sólo nos entrega actos reflejo, como sucede en este paseo por Roma. Lo interesante es que la película se descubre totalmente consciente de su envoltura de souvenir.

Porque sí. Porque la piedra insiste en ser piedra y Allen persiste en la proyección de sus fantasías a través de diversos personajes, entrelazados aquí bajo el cielo de un verano italiano. Las historias se cruzan porque sí, pero por las dudas, para quienes no soportan lo aleatorio de la ficción (que siempre se supone más organizada que la vida), el relato comienza presentando nada menos que un narrador-policía que dirige el tránsito en un cruce neurálgico de la ciudad. Algunos interpretaron la apertura y el final del film como pruebas del desgano del director a la hora de elaborar el guión. Sin embargo, creo que Allen justamente aprovecha la ocasión para burlarse de las exigencias dictadas por la "coherencia" de las estructuras narrativas, sobre todo si se trata de hilvanar el relato coral. Él solo quiere contar muchas historias, y punto. En esta misma línea, el realizador se anticipa al blanco más previsible de los ataques: la factura “turística” del film. Lejos de disimular el hecho de ser un vehículo para la exhibición de Roma, la película subraya esa certeza desde la misma enunciación, cuyo ejemplo más nítido es la larga panorámica de 360º en la Piazza dei Popolo, movimiento que tiene un efecto curioso: deslumbra y marea a la vez. Allen encuentra el punto justo para apresar la mística de la ciudad sin caer en el empacho.

Porque sí, entonces. Porque le gusta hacerlo. Porque pocos como él pueden darse el lujo de materializar el sueño loco de abrir una puerta para que de repente aparezca Penélope Cruz al rojo vivo. Así, sin más, sin mucha lógica. Puede haber momentos de fatiga (tema del que habla Alec Baldwin), o gags que se estiran (el cantante en la ducha), o algún personaje demasiado pasado de rosca (la actuación de Ellen Page), y sin embargo, a pesar de ser una película pequeña, Allen esta vez nos cae bien al mostrarse modesto y al mismo tiempo absolutamente fiel a sus obsesiones de siempre, esos devaneos del cuore que no caducan nunca (para nadie) y que él sigue investigando con fruición.

8 comentarios:

razondelgusto dijo...

Estoy sonriendo porque recién acabo de invitar a mis hijos a que vayan a ver esta peli que yo vi el viernes pasado, como si les dijera "vayan a dar un paseo por Roma" y recién también terminé de escribir una entradita para mi blog que programé para el jueves, y sin el vuelo maravilloso que tenés vos, hablo de lo mismo, o casi.
Muy lindo comentario de la peli, Carolina, vivo y desprejuiciado como todo lo que nos regalás. Un abrazo.

Blanca Santome dijo...

Genial la descripción Caro!
Para ir a verla porque si o simplemente porque es Allen y seguimos esperando que siempre tenga algo que decir.

Mercedes dijo...

Brillante comentario, Caro. Todavía no vi la película, pero no me quedaré sin verla, porque a través de los años uno ha establecido un vínculo con Woody Allen y ha compartido caminos, no los mismos, pero similares, y entiende esos "permisos", permisos de genio que, como decís, no le interesa demostrar nada, porque ya lo hizo todo. A cierta edad se pierde el pudor, cierto que Woody nunca lo tuvo, ahora menos que nunca.

Susana Summa dijo...

Un agradable paseo por Roma!

david dijo...

Qué lindo texto, Carolina. Aparte, funciona como un verdadero antídoto ahora que es de buen tono pegarle a WA.

Caro dijo...

Agradezco mucho los comentaros, y me quedé pensando mucho también. Se viene un segundo post sobre Woody.

Blanca Santome dijo...

Caro...vi la película y la verdad que (como siempre) me pareció muy acertada tu descripción.
Debo decir que no salí maravillada pero los dialogos, algunas actuaciones y la narrativa me dejaron una muy buena sensación, recomiendo dar un entretenido paseo por Roma.

Anónimo dijo...

Es una buena comedia, creo que A Roma con amor es muy divertida, las cuatro historias van muy bien j