Por Andrew Sarris *
“Podemos
citar buenas secuencias en malas películas ad infinitum, ad gloriam. ¿Qué decir
de las buenas actuaciones de malos actores? ¿O de las buenas novelas de los
malos novelistas? Lo bueno y lo malo se
convierten en variables más importantes con relación a la actuación y a la escritura
que en materia de dirección. Las personas más cultivadas parecen saber qué les
gusta y qué es el arte de la actuación y la escritura, pero la dirección es un
concepto relativamente misterioso, por no decir místico, de creación. En
realidad no se trata de creación sino de una forma muy vigorosa de
contemplación. El director es al mismo tiempo el componente más importante y el
menos necesario de la producción de una película. En su relativa pasividad ante
todo lo que pasa frente a él, es el más
moderno y el más decadente de todos los artistas. No valdría la pena estudiarlo
si no fuera capaz de vez en cuando de lograr una sublime cumbre de expresión
extraída casi milagrosamente de su ambiente mercantilista.”
*Fragmento
del libro The American Cinema. Directors and directions, 1920-1968 (Ed. Da Capo Press, Chicago, 1996)
Hoy falleció el crítico e historiador Andrew Sarris. En su famoso trabajo El cine norteamericano: directores y direcciones, 1920-1968, un libro tan esencial como divertido, el crítico se dedicó a organizar jerárquicamente a los cineastas más destacados de la historia en un mapa cualitativo (discutible y polémico, sin dudas). La imagen de arriba pertenece a la magnífica película Carta de una enamorada (Letter from an unknown woman), de Max Ophüls, realizador que integraba el grupo más privilegiado de Sarris, "El Panteón", junto con Chaplin, Flaherty, Ford, Griffith, Hawks, Hitchcock, Keaton, Lang, Lubitsch, Murnau, Renoir, Sternberg y Welles.
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