Lo que sigue es un fragmento de un libro sobre Sergei Eisenstein, en donde el autor relata un episodio de la infancia del cineasta ruso.
Por Dominique Fernandez *
“¿Las condiciones para una buena estructura del Yo no se encuentran ya reunidas? Un padre fuerte sobre el que poder apoyarse, eje de la identificación y la oposición; una madre agradablemente fina; una nodriza que corrige el cosmopolitismo un poco fútil de los padres con la solidez calurosa de la tradición popular.
En realidad, era una familia en plena crisis. Posiblemente a causa del «cambio de papeles». El acto de autoridad partió de la madre. En 1905 decidió partir. ¿Desavenencia, atracción de otro hombre, o pura manifestación de energía? Se llevó a su hijo y llegó con él a San Petersburgo. Idilio entre el jovencito y su madre, mientras están los dos solos. Pero, un día, bruscamente, le envió a casa de su padre en un compartimento de tren cerrado con llave.”
* Fragmento del libro Eisenstein, el hombre y su obra, de Dominique Fernandez. (Editorial Aymá, Barcelona, 1975).
Hace muchos años conocí esta anécdota de la vida temprana de Eisenstein, y hoy sigo sin poder quitarme la imagen de la cabeza. Veo a ese muchachito de siete años desesperado, solo, llorando, tratando de entender por qué su madre cometió semejante crueldad. Años después se convirtió en un genio irremplazable. Y jamás olvidó lo que sintió en ese tren.
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