Dirección: Alejo Taube
Sección: Competencia latinoamericana
De caravana (Argentina, 2010)
Dirección: Rosendo Ruíz
Sección: Competencia internacional
Sección: Competencia internacional
“Un egresado de cualquier escuela de cine conoce mejor su oficio que un veterano promedio de la generación anterior”, asegura Quintín en uno de los artículos compilados en el libro “Cine del Mañana” (publicado en este festival, sobre el que volveremos). Aunque el diagnóstico del crítico no sea una revelación, sirve para describir la factura exterior de los dos títulos locales que pude ver en la muestra. En ellos, como en la mayor parte del cine argentino de los últimos años, se hace notar la cuidadísima confección de la banda sonora, la luz, el color, el encuadre, las elecciones de cámara y las locaciones. Ya casi no quedan rastros de esa precariedad técnica que agobió al cine nacional en las últimas décadas del siglo pasado, y no deja de ser admirable este milimétrico esmero puesto en la calidad de la imagen, lo que sin duda contribuye al solaz visual del espectador. Pero con el oficio solo no alcanza. En muchos casos falta todavía la seguridad para aferrarse al volante y seguir ese rumbo que -quizás íntimamente- se desea, pero que en la pantalla termina siendo confuso.
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Si bien hay suficiente ambigüedad como para debatir si todo es producto de la imaginación, o de la pura casualidad, o de la simple magia de la ficción, estas disquisiciones no despiertan la curiosidad esperada, porque hay algo anterior que falla en el film, sobre todo en la conexión emotiva con los personajes. Probablemente se deba a que las comparaciones con otros autores y obras similares contaminan a cada paso la percepción, o a que el relato no logra entibiar su rigidez programática, su barniz “cerebral”. En lo personal me parece que el director perdió con el cambio de registro, que del realismo urgente y vigoroso de su estimable film debut, Una de dos (2004), pasó a una contemplación distanciada y prolija en exceso, en donde la reflexión sobre lo social irrumpe de forma necesaria pero al mismo tiempo desvaída. Porque acá lo interesante era la dialéctica que se podía haber jugado entre las conciencias del empresario y del pescador, una idea inquietante que el film no consigue aprovechar.
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Existen ciertos detalles que restan originalidad al conjunto, como alguna escena trillada (el taxista contento cuando le piden que siga a otro auto), o el trazo estereotipado de algunos personajes (el amigo snob del protagonista), pero lo que no se llega a sentir a fondo es el acicate crítico sobre la cuestión social, una impresión que se refuerza con la resolución reconciliada. Hay un choque cultural mostrado con ironía y frescura, pero el choque no lastima, o lo hace tímidamente, quizás por temor a borronear los límites del género y turbar la venia popular. De caravana es una buena película que podría haber dado muchísimo más.
Habrá que seguir organizando viajes, entonces, de la villa al country, de un loft en Palermo a una casita humilde en Mar del Plata, de ida y vuelta, una y otra vez, hasta por fin empezar a comprender por qué nos cuesta tanto hacernos cargo de las distancias.
Habrá que seguir organizando viajes, entonces, de la villa al country, de un loft en Palermo a una casita humilde en Mar del Plata, de ida y vuelta, una y otra vez, hasta por fin empezar a comprender por qué nos cuesta tanto hacernos cargo de las distancias.
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