Llegamos a septiembre. Esta Venecia pequeña y vernácula cumple tres años. Desperté con la idea de compartir con ustedes las palabras de Ismael Serrano que encontrarán más abajo. Pensaba, simplemente, dejar sólo la canción y agradecerles. Por estar ahí, por seguir.
Pero me encontré con una noticia que ayer no había escuchado y que hoy me comentó un amigo: el hotel en donde soñaron Thomas Mann y Luchino Visconti, ese hotel que propició el cruce entre Gustav y Tadzio, dejará de existir. El Hotel des Bains de Venecia será convertido en un edificio de departamentos “extra luxe”. Es triste la imagen. Me dejó entumecido el corazón. Aunque tal vez toda la escena no sea más que la cumbre del realismo. No lo sé muy bien.
El mundo cambia y nosotros también.
Conocen la historia: Gustav se enamora y siente que puede volver a vivir. En ese salón serpenteante, interminable, rebosante de violines y familias, Gustav pasea su mirada y se detiene en el inmaculado Tadzio. Se queda sin aire. (“La palabra sólo puede celebrar la belleza, no reproducirla”). Tadzio es la vida. Es lo sublime, un sentir tan vasto que no encuentra parangón en el lenguaje. Pero es un amor imposible, quizás una de las experiencias más extremas a las que el ser humano se expone en su paso por la tierra. Porque en lo imposible hay tanta vida como hay muerte. (“Y su alma conoció la lujuria y el vértigo de la aniquilación”). Creo que es necesario indagar en lo imposible, recorrer sus bordes, medir las distancias.
Pero lo imposible no se puede. Escuchen los martillazos. Están demoliendo el hotel en donde nos enamoramos. Si ya estaba claro que nunca apresaríamos el objeto de nuestra pasión, ahora nos avisan que ni siquiera existirá el espacio para descubrirlo y cultivarlo. Es cada día más oscuro este mundo. Es complicado. Lo único que espero es que duela muchísimo este desalojo del deseo. Que la desesperación nos vuelva más lúcidos, y que nos empuje a cambiar el lente y mirar el cuadro desde otro lado. Desde lo que sí es posible. Necesito empezar a enamorarme de lo posible. Quiero aprender.
Los dejo con este balance hecho poesía. Luego de leerlo, me gustaría que regresen a Visconti, para comprobar que Tadzio no es más que un fantasma, un dulce espectro errante que nos señala que él no puede ser el fin. Puede morir el hombre que desea, pero no muere el deseo si se lo cuida hasta el día del último sol. Tadzio me indica un lugar, algo más allá. Le voy a hacer caso. Me vuelvo a embarcar.
Balance
Hago balance
y repaso viejas fotos.
Ya no soy aquel muchacho
con relámpagos en los ojos.
Conservo miedos
por los que aún debo cantar.
Aún siento el vértigo helado
al echar la vista atrás.
Aún me emocionan
viejas luchas,
el “No pasarán”.
Me duele América.
Amo viajar.
Sueño y milito
en tu risa,
en la amistad.
Leo tebeos.
Odio madrugar.
Aún creo en la utopía
y no soy el mejor hombre.
Reconozco que me cansa
dar siempre explicaciones.
Quiero que sepas que
aunque arrastro mis fracasos,
si quieres contar conmigo,
aún guardo fuego en mis manos.
He aprendido
a hacer maletas
y a comer solo.
A reparar espejos rotos.
Sé del tesoro
de las cosas más pequeñas,
no siempre sé
lo que tiene urgencia.
Hago balance.
Queda todo por hacer.
Si tú quieres te acompaño.
No soy más que lo que ves.
Ismael Serrano
(Agradezco a Martín Escribano por el diseño de la cabecera).
Antes del atardecer, Morir en venecia... Películas nostálgicas y hermosas. Porque hay poesía en la idealización de lo imposible, pero existe la felicidad posible y está hecha de esos pequeños momentos con olor a pan recién horneado, jazmines florecidos, viejos y nuevos paisajes, brindis con vino y pizza, risas, lágrimas y entusiasmos cuando salimos del cine o del teatro comentando algo que vimos y nos conmovió.
ResponderEliminarVenecia es un estado del alma y ese hotel estará vivo para siempre en la película de Visconti para todos los que tengamos ganas de volver a encontrar la mirada esquiva de Tadzio.
¡Felices tres años!
Lili
Muchas gracias, Eleonora. Resumiste con precisión y alegría lo que quise transmitir.
ResponderEliminarEs cierto que perdemos el hotel, ¿pero no es la película misma un lugar? Es cierto también que nos sentimos derrotados reiteradamente ante la hostilidad del mundo, pero ¿no es un triunfo que exista un film así, o que exista el cine?
ResponderEliminarLo que quiero decir tiene que ver un poco con lo que charlamos en los cursos: el arte, el deporte, el juego, el humor... son espacios que unen, y que hacen que todo valga la pena. Son una afirmación (aunque sepamos que lo otro no desaparece y que probablemente no desaparezca nunca) y mientras nos impliquemos en esa afirmación y la defendamos como algo propio, estaremos salvando al mundo.
(Gracias por colocar la cabecera, y por la alegría semanal de leer tus críticas)
Gracias, Martín. Me gustaría tener todo el tiempo del mundo para escribir, pero el día a día urge con otras ataduras.
ResponderEliminarRecomendación para todos: no se pierdan EL HOMBRE DE AL LADO, otra de las grandes películas del año.
Muchas gracias por este espacio de cine, reflexión, pensamiento y poesía!
ResponderEliminarSusana Summa
Vos nos lo enseñaste ayer.
ResponderEliminarConstruímos nosotros esa diégesis que Tadzio intenta revelarnos.
El hotel es la excusa, el escenario del deseo. Tampoco Venecia es hoy la misma. Pero sí nuestras ganas desenfrenadas de que algo nuevo suceda.
Felices tres años Caro y Gracias !
M. Laura
Es una pena lo del hotel, pero coincido con Martín en que siempre nos quedará la obra de Mann y Visconti, dos "lugares" en sí mismos.
ResponderEliminarMuchas felicitaciones por estos tres años del blog, un espacio lúcido y gratificante, de los que no abundan. Ojalá sean muchos más.
Un abrazo