“No se puede sobornar a la infelicidad con pastillas”.
Es Marion Crane (Janet Leigh) quien pronuncia esta brillante línea de diálogo, durante la segunda secuencia de Psicosis (Psycho, 1960). Desde que la muchacha llega a la oficina, esa mañana, dice sentir un persistente dolor de cabeza, por lo cual su compañera le propone tomar unas pastillas. Ojo que no son aspirinas sino “tranquilizantes” recomendados por un especialista. Pero Marion sabe que su angustia no se aplacará con unos comprimidos y un vaso de agua. Su angustia, la de su amante, la de tantos millones, surge por no tener el dinero suficiente para vivir un poquito mejor. Pero entonces… ¿qué significaría "vivir mejor"?
Hay mucha melancolía en Alfred Hitchcock. Mucha soledad. No fue un genio solamente por la forma en que exploró, expandió y enriqueció el lenguaje del cine. Hitchcock fue inmenso porque jamás olvidó que el miedo más atroz proviene del mero hecho de existir. Estamos en peligro desde que empezamos a respirar.
A veces imagino un mundo futuro en donde el cine será un arte perimido. En ese futuro ya nadie tendrá palpitaciones. Los nervios estarán regulados por ansiolíticos que se aplicarán a los bebés como si fueran vacunas. La genética habrá constituido un sujeto que sólo responderá a estímulos publicitarios. En ese hipotético planeta, mirar una película será como asistir a una excavación arqueológica. Los científicos buscarán documentos sobre la subjetividad de nuestra época. Cuando lleguen a la disección de Psicosis, no importarán tanto las imágenes hoy emblemáticas, como la escena de la ducha, la caída de Arbogast, el torso desnudo de John Gavin, el rostro tenso de Leigh al volante, el auto en el pantano, la mansión gótica, el cadáver reseco en el sótano…
Lo que perdurará será otra cosa. Los historiadores necesitarán comprender por qué la ciencia terminaría transformando al sujeto en un ser menos complicado, sin rastros de autocrítica ni de "locura". Encontrarán la explicación en los relatos antiguos, cuando los humanos todavía denunciaban el dolor de la existencia, cuando asumían la dureza de sus jaulas pero, al mismo tiempo, deseaban escapar y pedían auxilio a través del arte.
Lo que quedará de Psicosis como pieza de museo será la conversación que sostienen Norman Bates (Anthony Perkins) y Marion en esa sala del hotel plagada de pájaros embalsamados. Dice Norman: “Todos tenemos nuestra 'trampa' privada. Estamos atrapados en ellas y ninguno de nosotros puede liberarse. Arañamos y rascamos... pero sólo contra el aire, sólo contra nosotros mismos. Y a pesar de todo eso, no nos movemos un solo centímetro”.
Texto publicado en junio de 2010
Muy lindo.
ResponderEliminarJusto hoy se cumplen 50 años del estreno de esta obra maestra.
ResponderEliminarMientras tanto hoy vivamos este presente disfrutando del cine y de tus comentarios siempre interesantes.
ResponderEliminarGracias Carolina!
Inolvidable secuencia !
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