Parapalos es el tercer largometraje de la directora argentina Ana Poliak, consagrado como Mejor Film de la Competencia Internacional en la edición 2004 del BAFICI. Narra la historia de un muchacho del interior que llega a Buenos Aires en busca de posibilidades, y se instala en la casa de su prima, una ínfima habitación llena de cariño que resume la modestia de la película toda. Adrián -tal el nombre del protagonista- consigue un empleo curioso, de esos que nos demuestran qué poquito es lo que sabemos del mundo. Hombres que deben ser veloces y casi invisibles mientras otros tienen sus minutos de ocio.
Según la realizadora, lo que inspiró la película fue un recuerdo de la infancia. Cuando era pequeña, con su familia iba de vacaciones a Miramar y allí solía jugar al bowling. Descubrió entonces a los chicos que se movían un poco escondidos detrás de las canchas, y se dedicaban a acomodar los bolos, ya que no había máquina que ocupara ese rol. En las pistas de bowling que no son automáticas -aún quedan algunas en el país-, los que ponen el juego en marcha son los parapalos.
En palabras de Poliak:
“Quería hablar de la luz, en las dos acepciones de la palabra. La luz del sol y la luz interior. Quería mostrar a un personaje que tuviera luz interior para pensar hasta dónde un ser humano puede ser obligado y presionado en un trabajo, y cuánto puede resistir gracias a su propia luz. Son preguntas, yo no tengo respuestas para eso. En una escena, por ejemplo, el parapalo que alguna vez fue minero le cuenta al protagonista qué dura fue la vida en la mina. Y viendo el esfuerzo que hacen en el bowling, en ese momento uno se pregunta: ¿Qué está diciendo? ¿La vida puede ser peor que esto? Sí, puede ser peor. De alguna manera esto se relaciona con la diferencia de clases sociales que descubrí cuando era chiquita, y supongo que por eso me interesan este tipo de personajes. No encuentro respuestas para ese interrogante”.
En una entrevista realizada con Ana Poliak durante el BAFICI 2004.
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