“A veces voy a paneles donde escucho al público lamentarse porque hoy pueden verse películas en el iPod. ¿Quién puede decir que llevar tu iPod al bosque y ver un poco de Lawrence de Arabia no puede ser una experiencia fabulosa?”
Sigourney Weaver
(En una divertida nota publicada en el suplemento Radar, de Página/12)
Muy bueno, pero Sigourney pareciera no darse cuenta de que lo que quizás lamenta el público de sus paneles no sea la posibilidad de llevar Lawrence de Arabia en el celular y mirarla donde a uno se le ocurra, que es fantástico, sino verificar a diario que muchas personas preferirán, por ejemplo, bajarse Avatar de internet y a otra cosa mariposa.
ResponderEliminarJustamente ayer pasé por un negocio donde estaban viendo Avatar en calidad paupérrima y con un terrible desfasaje entre audio y video. Bajo esas condiciones, es imposible sacar algo en limpio... parecería ser que antes es sinónimo de mejor.
ResponderEliminarMe genera cierta náusea saber que se trata a las películas como primicias del programa de Rial.
Pero bueno, más allá de eso Sigourney me hizo reír mucho.
Muchachos: el tema me parece interesantísimo, aunque me confieso llena de inquietudes y sin ninguna respuesta. Creo que Sigourney con su frase intenta atemperar la mirada apocalíptica sobre las nuevas tecnologías al celebrar que hoy cualquiera puede disponer y gozar con facilidad de una película; pero, claro, eso implicaría que uno pudo apreciar previamente esa obra en otras condiciones para luego elegir verla una y mil veces en el bosque.
ResponderEliminarAl pensar las nuevas formas de consumo, lo difícil es distinguir entre disponibilidad y calidad de la recepción. Esto último resulta complejo de evaluar, porque cada vez más se circunscribe a los extraños ritmos y hábitos de lo privado (o al snobismo del “yo la vi antes que nadie”, que comenta Martín, y que poco parece tener que ver con el amor al cine). Por supuesto, algo de la esencia del cine se juega en una sala; de allí que tanques como Avatar intenten recuperar ese algo único que solo puede ofrecer la gran pantalla, sumándole trucos imposibles de equiparar en formatos hogareños (ya vi Avatar y les digo: es realmente impresionante en lo visual, pero limitada en lo dramático). Dicen que sería la única manera de recuperar al público (como en su momento el Cinerama buscó competir con la televisión, etc; son ciclos de la industria).
En lo personal, me encuentro un poco desconcertada. Las posibilidades de Internet son maravillosas y me entusiasman mucho. Pero al mismo tiempo percibo serios cambios en el vínculo entre el cine y el público. Más distracción, menos intensidad, más arbitrariedad, menos registro. Son impresiones sueltas que no logro comprender muy bien. No me considero parte del bando apocalíptico y estoy muy lejos de creer en la muerte del cine: solo intento ser honesta con ciertas vivencias de los últimos tiempos. Tampoco es nada original la inquietud: Benjamin planteó sus dudas con respecto a todo esto en los años 30, con la diferencia de que a él le quedaba resto para creer que los nuevos medios también podían fomentar un mensaje revolucionario. Hoy el cuadro es diferente. Creo que hoy el gran problema es cómo pensar y desarrollar la sensibilidad.
Abrazos y gracias por los comentarios.