Huyo del mal que me enoja
buscando el bien que me falta.
Más que las penas que tengo
me duelen las esperanzas.
Tempestades de deseos
contra los muros del alba
rompen sus olas. Me ciegan
los tumultos que levantan.
Nido en el mar. Cuna a flote.
La flor que lucha en el agua
me sostiene mar adentro
y mar afuera me lanza.
Cierro los ojos y miro
el tiempo interior que canta.
Manuel Altolaguirre
La imagen pertenece al film Lejano (Uzak, 2002), de Nuri Bilge Ceylan.
domingo, 29 de noviembre de 2009
viernes, 27 de noviembre de 2009
Al revés
Por Eduardo Galeano *
"Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
"Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.
¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen y así lo recomienda. En su escuela, la escuela del crimen, son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que busque su aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su contraescuela."
* Fragmento del libro Patas arriba: la escuela del mundo al revés. Editorial Siglo XXI.
En la imagen: Diego Puente en la película Crónica de un niño solo (1964), de Leonardo Favio.
miércoles, 25 de noviembre de 2009
Apuntes de Mar del Plata 2009 (Parte 4)
Sin compañeros
A man who ate his cherries (Irán, 2009). Dirección: Payman Haghani. Sección: Competencia internacional.
Fotografía en blanco y negro. Interior de una fábrica. Un obrero grita cuando su mano queda atrapada en una máquina. Así comienza el film dirigido por el joven realizador iraní Payman Haghani, Un hombre que comió sus cerezas, por lo que resulta inevitable pensar en Los compañeros (1963), de Mario Monicelli, en donde un similar accidente de trabajo agitaba el malestar de los empleados hasta derivar en una complicada huelga. La diferencia entre ambas películas es que, aunque parezca mentira, pasó casi medio siglo y la solidaridad entre los compañeros ya no es la misma. Ese otro que trabaja al lado mío hoy ya no representa un par, un potencial aliado, un ser humano. Ese otro es una mera contingencia.
En la historia que narra el film iraní, lo primero que especulan los otros obreros es que el herido se lastimó la mano a propósito, con el fin de cobrar el seguro. En ese momento, la cámara toma a los trabajadores durante su almuerzo, con el foco puesto en los dedos y en cómo cada uno de ellos se vuelve imprescindible para el acto de comer (y para cualquier otra tarea cotidiana, claro). Entre esos hombres se encuentra el callado Reza (Hassan Pourshirazi, inmejorable), quien horas después descubrirá que su esposa ya no lo quiere. Deberá encarar el divorcio y entregarle a ella parte de su ínfimo patrimonio, tal como lo estipula un acuerdo matrimonial.
De repente, el intenso blanco y negro se hace color: es una única escena, un recuerdo del protagonista, en el que su ex mujer aparece refrescando con agua un ramo de cerezas. Fue cuando confirmé el pálpito inicial, la sensación de que no podía eludirse la referencia a la emblemática obra de Abbas Kiarostami, El sabor de la cereza, título que selló el prestigio del cine iraní en todo el globo. En este film de 1997, la historia se centra en un señor que quiere despedirse del mundo, aunque nunca se nos explica exactamente por qué. En su camino hacia el suicidio, este señor conoce a un anciano que confiesa que hace muchos años también tocó fondo, y lo que lo salvó fue un hecho casual: degustar una cereza. Y otras cerezas. Y ver cómo unos niños también lo hacían, alrededor de él, un cuadro fortuito que le devolvió la esperanza.
La película de Haghani, entonces, parece una respuesta a aquel film premiado en el festival de Cannes. La angustia de Reza es lo que nunca nos contó la fábula de Kiarostami. Que transcurra en Irán es lo de menos, porque el conflicto que narra es universal. Un cine de la duración, con un minimalismo subyugante, de implacable precisión. Regalar el tiempo a quien lo retribuye con monedas. Someterse sin alternativas a la indiferencia del Capital, sin compañeros de ruta, sin delirios íntimos, sin ningún tipo de amparo. Empapar de lágrimas el overol sin otro consuelo que la resignación. Y regresar a casa para encontrarla vacía. Abrir la heladera sólo porque el ademán biológico así lo exige. Manotear esa última lata de atún y derramarla sobre un plato. Probar dos o tres bocados, tragarlos sin ganas, hasta sentirse lleno, asqueado, vencido por la propia soledad.
Y llorar. O fantasear con relucientes y jugosas cerezas. A veces la vida es eso, y no mucho más.
A man who ate his cherries (Irán, 2009). Dirección: Payman Haghani. Sección: Competencia internacional.
Fotografía en blanco y negro. Interior de una fábrica. Un obrero grita cuando su mano queda atrapada en una máquina. Así comienza el film dirigido por el joven realizador iraní Payman Haghani, Un hombre que comió sus cerezas, por lo que resulta inevitable pensar en Los compañeros (1963), de Mario Monicelli, en donde un similar accidente de trabajo agitaba el malestar de los empleados hasta derivar en una complicada huelga. La diferencia entre ambas películas es que, aunque parezca mentira, pasó casi medio siglo y la solidaridad entre los compañeros ya no es la misma. Ese otro que trabaja al lado mío hoy ya no representa un par, un potencial aliado, un ser humano. Ese otro es una mera contingencia.
En la historia que narra el film iraní, lo primero que especulan los otros obreros es que el herido se lastimó la mano a propósito, con el fin de cobrar el seguro. En ese momento, la cámara toma a los trabajadores durante su almuerzo, con el foco puesto en los dedos y en cómo cada uno de ellos se vuelve imprescindible para el acto de comer (y para cualquier otra tarea cotidiana, claro). Entre esos hombres se encuentra el callado Reza (Hassan Pourshirazi, inmejorable), quien horas después descubrirá que su esposa ya no lo quiere. Deberá encarar el divorcio y entregarle a ella parte de su ínfimo patrimonio, tal como lo estipula un acuerdo matrimonial.
De repente, el intenso blanco y negro se hace color: es una única escena, un recuerdo del protagonista, en el que su ex mujer aparece refrescando con agua un ramo de cerezas. Fue cuando confirmé el pálpito inicial, la sensación de que no podía eludirse la referencia a la emblemática obra de Abbas Kiarostami, El sabor de la cereza, título que selló el prestigio del cine iraní en todo el globo. En este film de 1997, la historia se centra en un señor que quiere despedirse del mundo, aunque nunca se nos explica exactamente por qué. En su camino hacia el suicidio, este señor conoce a un anciano que confiesa que hace muchos años también tocó fondo, y lo que lo salvó fue un hecho casual: degustar una cereza. Y otras cerezas. Y ver cómo unos niños también lo hacían, alrededor de él, un cuadro fortuito que le devolvió la esperanza.
La película de Haghani, entonces, parece una respuesta a aquel film premiado en el festival de Cannes. La angustia de Reza es lo que nunca nos contó la fábula de Kiarostami. Que transcurra en Irán es lo de menos, porque el conflicto que narra es universal. Un cine de la duración, con un minimalismo subyugante, de implacable precisión. Regalar el tiempo a quien lo retribuye con monedas. Someterse sin alternativas a la indiferencia del Capital, sin compañeros de ruta, sin delirios íntimos, sin ningún tipo de amparo. Empapar de lágrimas el overol sin otro consuelo que la resignación. Y regresar a casa para encontrarla vacía. Abrir la heladera sólo porque el ademán biológico así lo exige. Manotear esa última lata de atún y derramarla sobre un plato. Probar dos o tres bocados, tragarlos sin ganas, hasta sentirse lleno, asqueado, vencido por la propia soledad.
Y llorar. O fantasear con relucientes y jugosas cerezas. A veces la vida es eso, y no mucho más.
martes, 24 de noviembre de 2009
lunes, 23 de noviembre de 2009
Apuntes de Mar del Plata 2009 (Parte 3)
Una de las principales expectativas que despertaba el último festival se vio ampliamente colmada: es un placer tener reunidos en un libro los textos del genial crítico de cine Homero Alsina Thevenet (H.A.T.). Y se trata apenas de un primer tomo, por lo que podemos esperar más alegrías en el futuro. El proyecto fue motorizado por Álvaro Buela, Elvio E. Gandolfo y Fernando Martín Peña, responsables de esta voluminosa compilación de artículos que publicó el Festival de Cine de Mar del Plata bajo el título Obras Incompletas. Tomo I. Mención especial merece el amigo Luis Ormaechea, a cargo de la estupenda y completísima edición.
H.A.T. nació en 1922 en Montevideo y se inició muy temprano en el periodismo, escribiendo para la revista Cine Radio Actualidad. Su firma aparecería luego en el semanario Marcha, la revista Primera Plana y los diarios El País (Uruguay), La Razón y Página/12, entre muchas otras publicaciones. En 1989 fundó el suplemento El País Cultural, en donde trabajó hasta el momento de su muerte, en 2005.
El libro recopila textos producidos entre 1937 y 1952. El mayor espacio lo ocupan las críticas de cine, pero también hay ensayos, crónicas de festivales, respuestas a lectores, misceláneas y una sección aguda y divertida titulada “Disculpe!” (que integraba Cine Radio Actualidad), en donde H.A.T se despachaba con chistes, consejos y provocaciones varias, en un “abierto desafío a la corrección política”, como bien dicen los autores. A continuación, reproduzco una columna de esta sección.
El tobogán mental
Por Homero Alsina Thevenet*
Sustancialmente, el problema es éste: Ud. es un tipo que quiere, no sólo “ser algo en la vida”, sino además “hacer algo en la vida”. Hacer algo por Ud. y su familia, y por el novio de su hermana, y por el compañero de asiento en el tranvía, y por su amigo del alma, y por los pobres, los negros, los judíos, los oprimidos, los jóvenes sufrientes, la Humanidad, el arte, la ciencia. Ud. es un tipo inteligente, o tiene sensibilidad, o tiene tiempo para hacer algo, y quiere que ese algo sea para bien. ¿Qué hacer?
Es un problema. Si lo que Ud. intenta está dirigido a conseguir su propia figuración, para desde allá arriba hacer uso de sus poderes, es muy probable que Ud. sea vencido por su vanidad, o que equivoque el camino y se encierre en sí mismo, o que no se equivoque pero llegue demasiado tarde para hacer lo que Ud. quería hacer. Si en cambio hace caso omiso de su propia figuración, y argumentando que, como los bienes son para toda la Humanidad, debe comenzarse por palpar a la Humanidad misma -la masa- y se une a los comités políticos o sociales, suele ocurrir que termina por hacer politiquería, y si en ella pierde se convierte en un mezquino, y si triunfa pierde de vista sus ideales. Y si no se une a la masa pero se dirige a ella indirectamente, suele ocurrir que termina por enredarse en sus errores –todos los errores de juventud son inevitables, como no se llegue a la evasión de esa juventud- o termina por rendirse a esas masas abundantes en individuos sin inteligencia, o sin sensibilidad, o sin educación, o sin moral. Son más que Ud. y son más fuertes.
¿Luchar desde abajo, desde la oscuridad? Significa renunciar a gran parte de la vida misma, y a menudo es completamente estéril. Luchar desde arriba es ser un vanidoso, desde abajo es inútil, y desde el medio sólo muy pocos lo saben hacer, porque es dificilísima la tarea. Además, no luchar es dejar las cosas como estaban, que es dejarlas mal.
¿Se le ha ocurrido a Ud. alguna otra cosa, aparte de hablar del problema, sin solucionarlo? Si no se le ha ocurrido nada, deje de enunciar el problema, por lo menos mientras no llegue donde debe llegar, que no son sus familiares, aunque Ud., rebelde irredento, se le antoje charlar a la hora del almuerzo.
Nos parece muy bien que Ud. quiera abandonar su tobogán mental, y hacer algo por ponerlo en práctica. Pero mucho nos tememos que por ahora no haya manera de hacerlo, lo cual significa, entre otras cosas, que Ud. seguirá cantando su propia ópera.
* En el libro Obras Incompletas. Tomo I, de Homero Alsina Thevenet, editado por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
H.A.T. nació en 1922 en Montevideo y se inició muy temprano en el periodismo, escribiendo para la revista Cine Radio Actualidad. Su firma aparecería luego en el semanario Marcha, la revista Primera Plana y los diarios El País (Uruguay), La Razón y Página/12, entre muchas otras publicaciones. En 1989 fundó el suplemento El País Cultural, en donde trabajó hasta el momento de su muerte, en 2005.
El libro recopila textos producidos entre 1937 y 1952. El mayor espacio lo ocupan las críticas de cine, pero también hay ensayos, crónicas de festivales, respuestas a lectores, misceláneas y una sección aguda y divertida titulada “Disculpe!” (que integraba Cine Radio Actualidad), en donde H.A.T se despachaba con chistes, consejos y provocaciones varias, en un “abierto desafío a la corrección política”, como bien dicen los autores. A continuación, reproduzco una columna de esta sección.
El tobogán mental
Por Homero Alsina Thevenet*
Sustancialmente, el problema es éste: Ud. es un tipo que quiere, no sólo “ser algo en la vida”, sino además “hacer algo en la vida”. Hacer algo por Ud. y su familia, y por el novio de su hermana, y por el compañero de asiento en el tranvía, y por su amigo del alma, y por los pobres, los negros, los judíos, los oprimidos, los jóvenes sufrientes, la Humanidad, el arte, la ciencia. Ud. es un tipo inteligente, o tiene sensibilidad, o tiene tiempo para hacer algo, y quiere que ese algo sea para bien. ¿Qué hacer?
Es un problema. Si lo que Ud. intenta está dirigido a conseguir su propia figuración, para desde allá arriba hacer uso de sus poderes, es muy probable que Ud. sea vencido por su vanidad, o que equivoque el camino y se encierre en sí mismo, o que no se equivoque pero llegue demasiado tarde para hacer lo que Ud. quería hacer. Si en cambio hace caso omiso de su propia figuración, y argumentando que, como los bienes son para toda la Humanidad, debe comenzarse por palpar a la Humanidad misma -la masa- y se une a los comités políticos o sociales, suele ocurrir que termina por hacer politiquería, y si en ella pierde se convierte en un mezquino, y si triunfa pierde de vista sus ideales. Y si no se une a la masa pero se dirige a ella indirectamente, suele ocurrir que termina por enredarse en sus errores –todos los errores de juventud son inevitables, como no se llegue a la evasión de esa juventud- o termina por rendirse a esas masas abundantes en individuos sin inteligencia, o sin sensibilidad, o sin educación, o sin moral. Son más que Ud. y son más fuertes.
¿Luchar desde abajo, desde la oscuridad? Significa renunciar a gran parte de la vida misma, y a menudo es completamente estéril. Luchar desde arriba es ser un vanidoso, desde abajo es inútil, y desde el medio sólo muy pocos lo saben hacer, porque es dificilísima la tarea. Además, no luchar es dejar las cosas como estaban, que es dejarlas mal.
¿Se le ha ocurrido a Ud. alguna otra cosa, aparte de hablar del problema, sin solucionarlo? Si no se le ha ocurrido nada, deje de enunciar el problema, por lo menos mientras no llegue donde debe llegar, que no son sus familiares, aunque Ud., rebelde irredento, se le antoje charlar a la hora del almuerzo.
Nos parece muy bien que Ud. quiera abandonar su tobogán mental, y hacer algo por ponerlo en práctica. Pero mucho nos tememos que por ahora no haya manera de hacerlo, lo cual significa, entre otras cosas, que Ud. seguirá cantando su propia ópera.
* En el libro Obras Incompletas. Tomo I, de Homero Alsina Thevenet, editado por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
sábado, 21 de noviembre de 2009
Apuntes de Mar del Plata 2009 (Parte 2)
Ser o no ser triste
V.O.S. (Versión original subtitulada) (España, 2009). Dirección: Cesc Gay. Sección: Competencia internacional
Antes de que comenzara la proyección de V.O.S. en el teatro Auditorium, el director Cesc Gay subió al escenario y la presentó como su “primera comedia”. Explicó que siempre había querido abordar el género, pero ocurría que cuando se sentaba a escribir, sus películas le terminaban saliendo “serias” y “tristes”. Consciente de que su nuevo film no está la altura de los anteriores (Krámpack, En la ciudad, Ficción), Gay se atajó de entrada y nos predispuso a no esperar mucho más que un intento, un recreo, un merodeo sin mayor perspicacia.
Basada en una obra teatral de gran éxito en España, V.O.S. es otro cuento de cine dentro del cine: vemos la historia de cuatro amigos en Barcelona y, al mismo tiempo, asistimos al rodaje de esa historia, con actores y técnicos que entran y salen del set, mientras comentan pros y contras de lo que están armando (los personajes mezclan el castellano y el catalán). La pregunta clave es si realmente es posible reírse del amor, incluyendo todas sus trampas y dolores. El film no está demasiado convencido de esto, y mucho menos el realizador, por eso el humor en V.O.S. se desplaza enrarecido, como si buscara la ligereza y a la vez no pudiera evitar tentarse con el otro lado, el de la amargura. “El amor debería venir con una fecha de caducidad bien clarita. Eso nos facilitaría las cosas”, alega un personaje por allí, una frase demoledora que sin embargo apela a la sonrisa del espectador. El otro problema tiene que ver con los dos personajes que se enamoran: deberían caernos simpáticos pero son tan egoístas que el destino de su romance pierde total relevancia. Quien salva la película es la mujer abandonada que interpreta la morena Vicenta N'Dongo, dueña de los mejores remates y reflexiones.
Para quienes admiramos los trabajos previos de Gay, su nuevo opus resultó una pequeña decepción, un film aceptable pero menor, en donde las emociones se diluyen en la mecánica calculada de la puesta en abismo. Es necesario confiar en la ironía para hacerla jugar con gracia, y por ahora el director no parece sentirse cómodo con ese recurso. Le guste o no admitirlo, la melancolía es más fuerte.
V.O.S. (Versión original subtitulada) (España, 2009). Dirección: Cesc Gay. Sección: Competencia internacional
Antes de que comenzara la proyección de V.O.S. en el teatro Auditorium, el director Cesc Gay subió al escenario y la presentó como su “primera comedia”. Explicó que siempre había querido abordar el género, pero ocurría que cuando se sentaba a escribir, sus películas le terminaban saliendo “serias” y “tristes”. Consciente de que su nuevo film no está la altura de los anteriores (Krámpack, En la ciudad, Ficción), Gay se atajó de entrada y nos predispuso a no esperar mucho más que un intento, un recreo, un merodeo sin mayor perspicacia.
Basada en una obra teatral de gran éxito en España, V.O.S. es otro cuento de cine dentro del cine: vemos la historia de cuatro amigos en Barcelona y, al mismo tiempo, asistimos al rodaje de esa historia, con actores y técnicos que entran y salen del set, mientras comentan pros y contras de lo que están armando (los personajes mezclan el castellano y el catalán). La pregunta clave es si realmente es posible reírse del amor, incluyendo todas sus trampas y dolores. El film no está demasiado convencido de esto, y mucho menos el realizador, por eso el humor en V.O.S. se desplaza enrarecido, como si buscara la ligereza y a la vez no pudiera evitar tentarse con el otro lado, el de la amargura. “El amor debería venir con una fecha de caducidad bien clarita. Eso nos facilitaría las cosas”, alega un personaje por allí, una frase demoledora que sin embargo apela a la sonrisa del espectador. El otro problema tiene que ver con los dos personajes que se enamoran: deberían caernos simpáticos pero son tan egoístas que el destino de su romance pierde total relevancia. Quien salva la película es la mujer abandonada que interpreta la morena Vicenta N'Dongo, dueña de los mejores remates y reflexiones.
Para quienes admiramos los trabajos previos de Gay, su nuevo opus resultó una pequeña decepción, un film aceptable pero menor, en donde las emociones se diluyen en la mecánica calculada de la puesta en abismo. Es necesario confiar en la ironía para hacerla jugar con gracia, y por ahora el director no parece sentirse cómodo con ese recurso. Le guste o no admitirlo, la melancolía es más fuerte.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Allá
Si acaso al otro lado de la vida
otra vez, por azar, nos encontramos,
¿se reconocerán nuestras miradas
o seremos tan sólo un par de extraños?
De todos modos te amaré lo mismo.
Juntos. O separados.
Meira Delmar
otra vez, por azar, nos encontramos,
¿se reconocerán nuestras miradas
o seremos tan sólo un par de extraños?
De todos modos te amaré lo mismo.
Juntos. O separados.
Meira Delmar
La pintura es de Edvard Munch ("Los solitarios").
miércoles, 18 de noviembre de 2009
Apuntes de Mar del Plata 2009 (Parte 1)
No voy a hacer un balance del festival ya que apenas vi una pequeña porción de películas. Lo que me importa es enunciar un deseo: que el festival siga. Sin estrellas ni pompas, este festival austerito me cae muy bien así como está. El cambio de fecha a noviembre parece confirmar otra vez que en esta época el público no va a perder el tiempo (en esta edición noté que muy pocas personas abandonaban las salas, aun en las películas más arduas). El actual es un espectador maduro, que disfruta del cine en el cine porque, claro, las entradas son accesibles. Este público selectivo es numeroso y entonces -¡oh!- en las funciones centrales las salas desbordan (¿cuándo les caerá la ficha a los exhibidores de Buenos Aires?).
En fin… mejor vayamos a las películas.
Pasemos a las memorias del poeta Joseph Brodsky, protagonista de A room and a half. El film abre con una habitación descascarada que parece calcada de El espejo, como si el realizador Andrey Khrzhanovsky quisiera blanquear desde el inicio que su necesidad es idéntica a la de Tarkovski: apresar esa nube llamada Rusia, la cuna adorada a la que no se puede volver. Brodsky nació en San Petersburgo en 1940, como intelectual se opuso al estalinismo y se exilió en Estados Unidos desde 1972 (donde murió, en 1996). Entre la nostalgia y la ironía, el relato reconstruye su vida haciendo foco en sus padres, la infancia y las primeras rebeldías, con la curiosa intervención de fragmentos animados que colorean los recuerdos con un perfume infantil (Khrzhanovsky es un nombre importante dentro del cine de animación).
El crítico Horacio Bernades en Página/12 describió con ingenio a esta película como una “Amélie rusa”, dado que los moños surrealistas y otras licencias parecerían torcer aleatoriamente el eje dramático del film. En efecto, no se trata de una obra redonda y su ambición termina por dispersar el relato en varios momentos, pero creo que la clave reside en el retrato político del personaje. “Nuestra generación es la última que se interesó en los valores culturales”, dice el poeta cuando rememora la bohemia de los ’60, década en la que fue acusado de “parasitismo social” y obligado a cumplir trabajos forzosos. Lejos de todo egoísmo, Brodsky abogó por el individualismo como único camino para recuperar la subjetividad, para que el hombre eligiera su estilo de vida sin pensar como burócrata. Lástima: no es el artista quien cambia la Historia, sino la economía. Cuando el Brodsky imaginado por el film recorre la Rusia actual y "democrática", se siente contrariado al observar compatriotas que sólo se dedican a consumir y hablar por celular. Y lo miran raro. Cayó el Muro, es cierto. Muchos festejan que ya no haya más fronteras, opresión y otros etcéteras. Pero queda claro que la supuesta “libertad” del capitalismo desatado no es precisamente la que Brodsky había soñado. Como decía Marx, aún estamos en la prehistoria de la humanidad. No sé qué sería de nosotros si no tuviéramos la voz de los poetas.
Y no importa que un vacío empiece a abrirse
de entre tus sentires, que tras la gris tristeza
crepite el miedo y, digamos, un foso de furor.
Porque en la era atómica, cuando tiembla hasta la roca,
podremos sólo salvar los muros del hogar,
los corazones, fundiéndolos con fuerza igual
y nexo semejante a la muerte que los viene a acechar.
Y temblarás al escuchar decir: «Querido».
Joseph Brodsky (1964)
Hay más películas para comentar. Los espero.
En fin… mejor vayamos a las películas.
Formas de la evocación
Irène (Francia, 2009). Dirección: Alain Cavalier. Sección: Panorama
A room and a half (Rusia, 2009). Dirección: Andrey Khrzhanovsky. Sección: Competencia internacional.
Pasaron más de treinta años desde que Irène falleció. Quien fuera su marido, Alain Cavalier, rueda una película sobre ella. El director toma su cámara digital y emparcha con imágenes los volátiles recuerdos, en un film que propone un ritual demasiado subjetivo, táctil, casi promiscuo. Como leer un diario íntimo que quedó olvidado en un cajón, ese diario que escribimos cuando queríamos ser felices, sin saber que ya lo éramos, o al menos no teníamos tantas apatías. Leerse a uno mismo sin comprender la propia letra. Cavalier filma una y otra vez las páginas de viejos cuadernos, las palabras tachadas, esas que esconden lo fallido. Por eso no puedo hablar más que desde mí, aquí y ahora, con este monólogo desordenado, porque la película me envolvió y sigo hasta este instante pensando en Irène, arrobada por su enigma, hermoso rompecabezas al que le faltan ciertas piezas. Piezas que nadie tiene, quizás ni siquiera ella. Pero la cámara las busca con obstinación, con dulce violencia, acercándose a los objetos como si quisiera triturarlos hasta volverlos ceniza. Un edredón, una lámpara, una ventana, un rayo de luz, algún animal. En ellos se apoya la cámara, persistiendo en vano. Porque un fantasma no tiene contornos. No se podrá encuadrar jamás. No hay testimonios de otros, sólo la susurrante letanía del director, una voz que tanto puede alcanzar honduras metafísicas como deslizarse hacia el caos confesional propio de una borrachera melancólica. Y las fotografías -documentos que podrían darle cuerpo a la mujer- se hacen esperar. Cuando finalmente vemos una foto de su rostro, Irène es tan perfecta que resulta irreal. Ella partió una tarde en su auto y nunca volvió. Dicen que fue un accidente. Dicen que un homenaje no debería avanzar sobre la oscuridad del personaje retratado. El director no hace caso y hacia el final recuerda que su esposa era una persona triste, depresiva, lejana, recubriendo todo el film con una perturbadora ambigüedad. Si Irène ya era inaprensible en vida, ¿cómo pretender comprenderla en la muerte? ¿Por qué volverla cine? Cavalier sigue el consejo de Bresson: “Escarba en el mismo lugar. No te escurras fuera. Doble, triple fondo de las cosas…”. Irène es una pequeña gema para entregarse al extrañamiento.
Irène (Francia, 2009). Dirección: Alain Cavalier. Sección: Panorama
A room and a half (Rusia, 2009). Dirección: Andrey Khrzhanovsky. Sección: Competencia internacional.
Pasaron más de treinta años desde que Irène falleció. Quien fuera su marido, Alain Cavalier, rueda una película sobre ella. El director toma su cámara digital y emparcha con imágenes los volátiles recuerdos, en un film que propone un ritual demasiado subjetivo, táctil, casi promiscuo. Como leer un diario íntimo que quedó olvidado en un cajón, ese diario que escribimos cuando queríamos ser felices, sin saber que ya lo éramos, o al menos no teníamos tantas apatías. Leerse a uno mismo sin comprender la propia letra. Cavalier filma una y otra vez las páginas de viejos cuadernos, las palabras tachadas, esas que esconden lo fallido. Por eso no puedo hablar más que desde mí, aquí y ahora, con este monólogo desordenado, porque la película me envolvió y sigo hasta este instante pensando en Irène, arrobada por su enigma, hermoso rompecabezas al que le faltan ciertas piezas. Piezas que nadie tiene, quizás ni siquiera ella. Pero la cámara las busca con obstinación, con dulce violencia, acercándose a los objetos como si quisiera triturarlos hasta volverlos ceniza. Un edredón, una lámpara, una ventana, un rayo de luz, algún animal. En ellos se apoya la cámara, persistiendo en vano. Porque un fantasma no tiene contornos. No se podrá encuadrar jamás. No hay testimonios de otros, sólo la susurrante letanía del director, una voz que tanto puede alcanzar honduras metafísicas como deslizarse hacia el caos confesional propio de una borrachera melancólica. Y las fotografías -documentos que podrían darle cuerpo a la mujer- se hacen esperar. Cuando finalmente vemos una foto de su rostro, Irène es tan perfecta que resulta irreal. Ella partió una tarde en su auto y nunca volvió. Dicen que fue un accidente. Dicen que un homenaje no debería avanzar sobre la oscuridad del personaje retratado. El director no hace caso y hacia el final recuerda que su esposa era una persona triste, depresiva, lejana, recubriendo todo el film con una perturbadora ambigüedad. Si Irène ya era inaprensible en vida, ¿cómo pretender comprenderla en la muerte? ¿Por qué volverla cine? Cavalier sigue el consejo de Bresson: “Escarba en el mismo lugar. No te escurras fuera. Doble, triple fondo de las cosas…”. Irène es una pequeña gema para entregarse al extrañamiento.
Pasemos a las memorias del poeta Joseph Brodsky, protagonista de A room and a half. El film abre con una habitación descascarada que parece calcada de El espejo, como si el realizador Andrey Khrzhanovsky quisiera blanquear desde el inicio que su necesidad es idéntica a la de Tarkovski: apresar esa nube llamada Rusia, la cuna adorada a la que no se puede volver. Brodsky nació en San Petersburgo en 1940, como intelectual se opuso al estalinismo y se exilió en Estados Unidos desde 1972 (donde murió, en 1996). Entre la nostalgia y la ironía, el relato reconstruye su vida haciendo foco en sus padres, la infancia y las primeras rebeldías, con la curiosa intervención de fragmentos animados que colorean los recuerdos con un perfume infantil (Khrzhanovsky es un nombre importante dentro del cine de animación).
El crítico Horacio Bernades en Página/12 describió con ingenio a esta película como una “Amélie rusa”, dado que los moños surrealistas y otras licencias parecerían torcer aleatoriamente el eje dramático del film. En efecto, no se trata de una obra redonda y su ambición termina por dispersar el relato en varios momentos, pero creo que la clave reside en el retrato político del personaje. “Nuestra generación es la última que se interesó en los valores culturales”, dice el poeta cuando rememora la bohemia de los ’60, década en la que fue acusado de “parasitismo social” y obligado a cumplir trabajos forzosos. Lejos de todo egoísmo, Brodsky abogó por el individualismo como único camino para recuperar la subjetividad, para que el hombre eligiera su estilo de vida sin pensar como burócrata. Lástima: no es el artista quien cambia la Historia, sino la economía. Cuando el Brodsky imaginado por el film recorre la Rusia actual y "democrática", se siente contrariado al observar compatriotas que sólo se dedican a consumir y hablar por celular. Y lo miran raro. Cayó el Muro, es cierto. Muchos festejan que ya no haya más fronteras, opresión y otros etcéteras. Pero queda claro que la supuesta “libertad” del capitalismo desatado no es precisamente la que Brodsky había soñado. Como decía Marx, aún estamos en la prehistoria de la humanidad. No sé qué sería de nosotros si no tuviéramos la voz de los poetas.
Y no importa que un vacío empiece a abrirse
de entre tus sentires, que tras la gris tristeza
crepite el miedo y, digamos, un foso de furor.
Porque en la era atómica, cuando tiembla hasta la roca,
podremos sólo salvar los muros del hogar,
los corazones, fundiéndolos con fuerza igual
y nexo semejante a la muerte que los viene a acechar.
Y temblarás al escuchar decir: «Querido».
Joseph Brodsky (1964)
Hay más películas para comentar. Los espero.
domingo, 15 de noviembre de 2009
El solicitante descolocado
Desempleado
buscando ese mango
hasta más no poder
me faltó la energía la pata ancha
aburrido hace meses, la miseria
busco ahora trabajo
en la era atómica
dentro o fuera del ramo
si es posible.
Todos los días abro el mundo
un jardín de esperanzas
en la sección empleados
voy clasificándome
atento
este aviso me pide.
Entonces
a escribir con pasión y buena letra
adherido con lealtad
—ser claro—
escucho el ruego del ruiseñor
uniendo lo primitivo a lo culto
la inspiración a la escuela
trato de seducir
con mis antecedentes.
Solicitud detállame
el que suscribe
práctico en desorganizar
está deseando
ganarse un pan en tu establecimiento
hombre de empresa
casilla de correos.
Leónidas Lamborghini
(1927-2009)
Desempleado
buscando ese mango
hasta más no poder
me faltó la energía la pata ancha
aburrido hace meses, la miseria
busco ahora trabajo
en la era atómica
dentro o fuera del ramo
si es posible.
Todos los días abro el mundo
un jardín de esperanzas
en la sección empleados
voy clasificándome
atento
este aviso me pide.
Entonces
a escribir con pasión y buena letra
adherido con lealtad
—ser claro—
escucho el ruego del ruiseñor
uniendo lo primitivo a lo culto
la inspiración a la escuela
trato de seducir
con mis antecedentes.
Solicitud detállame
el que suscribe
práctico en desorganizar
está deseando
ganarse un pan en tu establecimiento
hombre de empresa
casilla de correos.
Leónidas Lamborghini
(1927-2009)
lunes, 9 de noviembre de 2009
Triple recomendación en cartelera
En unas horas estaré en Mar del Plata para cubrir el Festival de Cine. Espero poder compartir con ustedes algunas impresiones sobre las películas que planeo ver. También espero, al regresar, retomar la escritura de críticas, un ejercicio que extraño y que muchas veces no puedo concretar por falta de tiempo (tiempo psicológico, digamos, el más preciado de todos). Para los amigos que suelen preguntarme qué hay de bueno en las salas, recomiendo tres títulos (apuren, porque no van a durar mucho en cartel).
El solista (The soloist, Estados Unidos, 2009), de Joe Wright. Un periodista conoce a un lumpen que resulta ser un eximio chelista. ¿Quién es ese genio que no puede vivir más que en la calle? El vínculo entre ellos crece mientras uno empieza a reconstruir el pasado del músico, aunque hay nudos oscuros que nunca se desatan. ¿Cómo pretender llegar al otro por completo cuando apenas nos conocemos a nosotros mismos? Acercarse: eso es lo que vale.
Entre nosotros (Alle anderen, Alemania, 2009), de Maren Ade. ¿Quiénes son esos jóvenes? ¿Hippies? ¿Amantes en un año sabático? ¿Dónde están? La pareja parece muy feliz, pero eso es solo en los primeros minutos, hasta que irrumpen los fantasmas: reproches, celos, montañas de inseguridad. Un escenario precioso cultiva una relación incendiaria. Tener la certeza de que el otro nos ama: un imposible. Pero de eso se trata.
Lejano (Uzak, Turquía, 2002), de Nuri Bilge Ceylan. Ratón de campo y ratón de ciudad, esta vez en Estambul. Un hombre se queda sin trabajo en su pueblo natal y decide instalarse en la casa de su primo, un fotógrafo amargado que aún mastica el duelo de su separación. Están solísimos pero no pueden comunicarse. Muros invisibles en un mismo hogar. Imágenes poderosas, tiempos como yunques, distancias inexplicables. Hay que salir del agujero interior.
El solista (The soloist, Estados Unidos, 2009), de Joe Wright. Un periodista conoce a un lumpen que resulta ser un eximio chelista. ¿Quién es ese genio que no puede vivir más que en la calle? El vínculo entre ellos crece mientras uno empieza a reconstruir el pasado del músico, aunque hay nudos oscuros que nunca se desatan. ¿Cómo pretender llegar al otro por completo cuando apenas nos conocemos a nosotros mismos? Acercarse: eso es lo que vale.
Entre nosotros (Alle anderen, Alemania, 2009), de Maren Ade. ¿Quiénes son esos jóvenes? ¿Hippies? ¿Amantes en un año sabático? ¿Dónde están? La pareja parece muy feliz, pero eso es solo en los primeros minutos, hasta que irrumpen los fantasmas: reproches, celos, montañas de inseguridad. Un escenario precioso cultiva una relación incendiaria. Tener la certeza de que el otro nos ama: un imposible. Pero de eso se trata.
Lejano (Uzak, Turquía, 2002), de Nuri Bilge Ceylan. Ratón de campo y ratón de ciudad, esta vez en Estambul. Un hombre se queda sin trabajo en su pueblo natal y decide instalarse en la casa de su primo, un fotógrafo amargado que aún mastica el duelo de su separación. Están solísimos pero no pueden comunicarse. Muros invisibles en un mismo hogar. Imágenes poderosas, tiempos como yunques, distancias inexplicables. Hay que salir del agujero interior.
sábado, 7 de noviembre de 2009
Mass media
De los medios
de comunicación
en este mundo
tan codificado
con internet y otras navegaciones
yo sigo prefiriendo
el viejo beso artesanal
que desde siempre comunica tanto
Mario Benedetti
de comunicación
en este mundo
tan codificado
con internet y otras navegaciones
yo sigo prefiriendo
el viejo beso artesanal
que desde siempre comunica tanto
Mario Benedetti
viernes, 6 de noviembre de 2009
El eterno ring
“No existe otra cosa que la lucha. La lucha por seguir viviendo, incluso por querer seguir viviendo. El cuerpo en el que estamos prisioneros, la limitación que eso implica y la forma en que tu espíritu trata de ‘zafar’ de él, salir volando. Una cosa imposible. Podés intentarlo. Dicen que es posible a través de la poesía, a través del trabajo de cada uno. A través del pensamiento. Pero igual vas a seguir prisionero.”
Martin Scorsese
Martin Scorsese
martes, 3 de noviembre de 2009
Vértigo
"El peso, el olor, el tono de una risa o de una súplica, los tiempos y las precipitaciones, nada coincide siendo igual, todo nace de nuevo siendo inmortal, el amor juega a inventarse, huye de sí mismo para volver en su espiral sobrecogedora, los senos cantan de otro modo, la boca besa más profundamente o como de lejos, y en un momento donde antes había como cólera y angustia es ahora el juego puro, el retozo increíble o al revés, a la hora en que antes se caía en el sueño, el balbuceo de dulces cosas tontas, ahora hay una tensión, algo incomunicado pero presente que exige incorporarse, algo como una rabia insaciable. Sólo el placer en su aletazo último es el mismo; antes y después el mundo se ha hecho pedazos y hay que nombrarlo de nuevo, dedo por dedo, labio por labio, sombra por sombra."
Julio Cortázar
Rayuela (Capítulo 92 – Fragmento)
Julio Cortázar
Rayuela (Capítulo 92 – Fragmento)
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