martes, 27 de octubre de 2009

Esperando

Por Raúl Scalabrini Ortiz *

“Sin contratiempos, sin distracciones, el hombre fue el único espectáculo del Hombre de Corrientes y Esmeralda. Aprendió a mirarse vivir. Formó un ciclo completo dentro de sí. Aprendió a sigilar sus amarguras, a sofrenar sus alegrías y a atemperar sus ardimientos. En el arrobo de su propia contemplación, el hombre dejó de ver sus anécdotas: vio su espíritu, y no su traducción. Como el hombre de la pampa, él no tenía un paisaje delante de sí. Estaba solo junto a los años.” (…)

“El tiempo no fue, y no es, para él, una noción astronómica ni una vociferación de calendario: era y es la angustia de estar desperdiciando sus más nobles prendas, de estar malgastando el único capital que no se reconquista ni se adquiere. No tuvo a su lado una caricia que lo distrajera y la obsesión de lo que se va, pronto hizo añicos sus fuentes de acción. Uno no dicho ¿para qué? le impidió desenvolverse. Se quedó inmóvil, hundido en apatía inerte, esperando.

El Hombre de Corrientes y Esmeralda es un niño que no ha madurado, que pasó de la infancia a la vejez. Le falta reposo, serenidad interior. A veces tiene empaques, pero no gravedad; mal humor, pero no severidad. Es casi un irresponsable ante la prudencia europea. La vida resbaló sobre él. Él no la vio pasar. Estaba encerrado en sí mismo, como en una cueva. Mide el tiempo con sus emociones, y cuando se contrasta con los sucesos exteriores se sorprende del número de años transcurridos.”


* Fragmento del libro "El hombre que está solo y espera".
(Editorial Plus Ultra)

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