Por Ángel Berlanga *
Christian Poveda era un fotógrafo y documentalista que había cubierto conflictos en medio mundo cuando decidió filmar sobre uno de los fenómenos sociales más dolorosos y violentos de América latina: las maras de El Salvador, esas pandillas de jóvenes y niños, nacidas de la guerra civil, que llevan más de una década matándose día tras día. Pocos días antes del estreno de La vida loca, sin embargo, Poveda apareció asesinado.
(Fragmento)
A comienzos de los ’80, como consecuencia de la guerra civil entre las fuerzas armadas gubernamentales y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, unos 200.000 salvadoreños se refugiaron en Estados Unidos, la mayoría en Los Angeles. "Cayeron en barrios de pandillas chicanas, bastante tradicionales ahí –relataba Poveda–. Y muchos ex integrantes de los escuadrones de la muerte y desertores del ejército y la guerrilla salvadoreños, gente con experiencia militar, se organizaron e hicieron una pandilla, en principio para defenderse. Y poco a poco se convirtieron, allí mismo, en una de las principales. Con los años hubo una pelea entre dos jefes por una mujer: terminaron matándose, los dos. Y entonces se dividieron: quedó la Mara Salvatrucha y hubo un sector que se salió e integra una pandilla chiquita, chicana, que estaba moribunda, y la reactivan. Como estaba localizada en la calle 18 de Los Angeles se llamó así. En 1992, cuando la guerra terminó, Estados Unidos facilitó el regreso de los salvadoreños poniendo a disposición aviones y dinero, pero además abrieron las cárceles y mandaron de vuelta a los jóvenes que estaban presos. Nunca hubo pandillas en El Salvador, pero los que volvieron reconstituyeron las maras y la guerra que llevan entre ellas. Recogieron, además, muchos huérfanos de la guerra. Hoy son unos 15.000, tienen entre 12 y 25 años y siembran el terror en el país."
(...)
"Ellos se consideran guerreros de una tribu –contó en una entrevista que dio a conocer esta semana Radio Educación de México–. Los que no pertenecen a las pandillas son ‘civiles’. Tienen organizaciones muy estrictas, con reglas muy fijas: el que se aparta se la juega. No le dan valor a la vida: la única cosa es sobrevivir el día a día y pelear para la pandilla. La gran mayoría no pasa de los 20. Los más viejos son los que van a la cárcel."
"No creo en esa frase bien gringa que dice born to kill, nacido para matar –seguía Poveda–. Un niño no nace para matar: hay circunstancias que lo llevan a eso. Hay algo grave en esta sociedad, porque no son casos aislados: hay miles y miles. Es un problema que hay que resolver social y políticamente, con perspectivas sobre la relación que puede tener un estado con su juventud, así sean delincuentes. La represión, se ha mostrado, ha fracasado en el mundo entero." Luego de muchos años de gobiernos de derecha, en junio pasado asumió la presidencia Mauricio Funes, del FMLN: Poveda se reunió con él. "Le dije: ‘Mira, las reformas, la prevención, la rehabilitación, están bien. Pero si tú no logras una paz entre estas dos pandillas, todo tu trabajo se va a ir para abajo. Han tenido una guerra que duró doce años y terminó con un acuerdo de paz; hoy tienen otra guerra, que tendrá que terminar con otro acuerdo’. Y bueno, en eso estoy trabajando."
* Artículo publicado en el suplemento "Radar", del diario Página/12 (20-09-09). Ir al texto completo. (Los destacados son míos)
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