Ocultos en los ranchos,
emparejados con la hacienda,
los peones carcomen
la filosofía.
No es el aura de Kant
ni el primer motor
de Tomás de Aquino:
es una bola de lento fuego
que se revuelca en el alma.
El sueño es un largo cuchillo en el vientre
de los blancos dioses
y un incendio de alpataco
que todo lo destruya.
La luna amontonada en los galpones
y el regreso de un interminable viaje
a caballo por las estrellas.
Los perros huelen el alma de los peones
y encuentran seres desconocidos.
Cristian Aliaga
La pintura es de Antonio Berni ("Desocupados").
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