Ese malestar que corroe a la familia
Desde mitad del siglo XX, las sociedades se basan en lazos más débiles entre padres e hijos, y más fuertes con las amistades. Esto está derivando en cierta falta de reciprocidad en los vínculos y grandes tensiones intergeneracionales.
Por Ricardo Iacub *
Algo huele mal en la familia. Aunque no se habla demasiado de ello, sólo se comenta en la intimidad y evidenciarlo suele rayar con la vergüenza o con la culpa por haber hecho algo mal. El malestar aparece entre los padres con sus hijos adultos de muy diversas maneras en los desencuentros cotidianos. Los padres sienten que el deseo de verse puede resultar forzado, que algunas formas de interacción rozan la molestia o que simplemente "hinchan", y que los pactos de reciprocidad en los tratos y en los apoyos pueden no resultar parejos.
Muchos intentan adaptarse a una situación que por un lado parece la esperable, pero por el otro no es la que personalmente esperan, produciéndose de esta manera una brecha de malestar, desconcierto y dolor. Las quejas más actuales radican en el sentirse demasiado expuestos a críticas; en el pedido de que los padres cuiden a los nietos al tiempo que no se entrometan demasiado con éstos; en la expectativa de que los mayores estén cuando los más jóvenes pueden no estar; en un cierto descuido de lo que podríamos llamar los "buenos modales", particularmente hacia las madres, cuando no, en un cierto maltrato; y en una no demasiado clara responsabilidad de duración del apoyo económico. Aun cuando comienza a percibirse tempranamente, toma carices más complejos y ríspidos con el paso de los años y particularmente con el envejecimiento de los padres.
Las diversas formas de vinculación de las familias han sido una constante en la historia, desde los múltiples arreglos y acuerdos relativos a consensos sociales acerca de las maneras de relacionarse, dependientes en gran medida de los espacios de poder convenidos a cada grupo etario; hasta los modos particulares de resolver controversias. Por esto, la falta de reciprocidad que destaco no implica un reclamo de valores tradicionales ni de retornos hacia modelos anteriores, que seguramente tampoco serían aceptables, sino que se trata de repensar esta situación actual y ver de qué manera llegamos a cierto orden en el cual aparece semejante tensión intergeneracional.
Uno de los ejes centrales de lo social se conforma a través del lazo que se construye entre las generaciones. A partir de ciertas premisas más o menos explícitas se crea una cierta convivencia con variantes ideales, esperables o rechazables. Probablemente uno de los orígenes del descontento se arraigue en perspectivas sobre el intercambio entre las generaciones que trasuntan nuestra cultura. Desde mediados de siglo pasado la perspectiva de desarrollo de los jóvenes se fundó en ideales de libertad individual y menor dependencia con su familia, así como en una cierta perspectiva mesiánica, tal como la calificó Margaret Mead, de fuerte idealización de los que vendrán y apuesta a futuro, soslayando la dimensión de responsabilidad y reciprocidad entre las generaciones. Algunos denominaron este cambio como "la generación de los jóvenes", aludiendo a la transformación en los espacios de decisión dentro del marco familiar en las sociedades occidentales.
El fuerte poder y control que establecían los padres hacia los hijos se modificó definitivamente, promoviendo transformaciones en la relación que dieron lugar a otro modelo de familia. Las nuevas formas de intercambio priorizan la elegibilidad de los vínculos, como las amistades, y se desvalorizan vínculos de mayor dependencia y menor decisión, como la familia.
Sin embargo, esta modalidad, que brindó mayores espacios de libertad al conjunto social, resultó más esperable para los más jóvenes, y en particular desde el rol de hijos, pero menos clara para los más grandes en el rol de padres, para quienes no es tan evidente cuándo termina la idea de dador o protector, es decir, en qué punto los hijos dejan de depender de éstos.
Es en este contexto en el que se desarrolla un conflicto que reclama nuevas formas de solidaridad entre los miembros y que no deje a un grupo con escaso margen de recursos frente a una situación de malestar.
* Artículo publicado en el diario Clarín (06/08/09).
La imagen pertenece al film Paranoid Park, de Gus Van Sant.
No hay comentarios:
Publicar un comentario