Por Horacio Cecchi *
(Fragmento)
"Ocurrió a fin de octubre pasado. Un chico también de 14 (esa edad de la imputabilidad) mató a otro de 13 (edad por ahora de la inocencia). En La Plata. Ambos vivían o pasaban buena parte del día en la calle. En pocas palabras, no eran de los “nuestros” sino de los “otros”. ¿Alguien escuchó o leyó algo sobre alguna marcha exigiendo mano dura contra el delincuente? La víctima no fue víctima porque nadie la designó como tal, aunque tuvo el mismo final que Capristo. Y el que cometió el delito no fue nombrado delincuente o asesino como el chico de 14 del caso Capristo porque nadie sabe que existe. Y a pocos parece interesarle".
* Artículo publicado en Página/12 (26-04-09). Ir al texto completo.
Al lado de la noticia a la que remitís en este post, hay otra en la que se informa que el gobierno porteño despidió a aquellos empleados que poseían antecedentes penales. Por supuesto que tampoco contratarán nuevos.
ResponderEliminarRecuerdo un caso que vi durante la carrera de psicología, en el que un joven "delincuente" decía respecto a un robo: Recién ahora me respetanSe han escrito innumerables textos, desde varias disciplinas, sobre la importancia de la voz y la mirada en la constitución de cada uno de nosotros como sujeto. No puedo dejar de pensar que detrás de todas las palabras vacías de la parafernalia mediática que nos bombardea todos los días se esconde el tema de la identidad.
Si son tantos los que para SER alguien necesitan llegar a extremos como robar o matar, el gobierno (y la sociedad) no se puede dar el lujo de negarles una fuente de trabajo, porque les están arrebatando la capacidad absolutamente básica y necesaria de constituirse como personas, algo que evidentemente falló en sus círculos de socialización primaria.
Hasta que no aprendamos a ver de otra manera, hasta que no aceptemos que tenemos la capacidad de ceder la palabra para que los que no la tienen se expresen con su propia voz, las cosas no van a cambiar. Por más que la edad de imputabilidad ostente dígitos risibles.
Gracias, Martín. Pensar la identidad es una cuestión fundamental. Todo se juega allí, en esos primeros años en donde la persona se constituye. Si la sociedad hace que estos chicos sean "invisibles", ¿cómo esperar que sean ciudadanos civilizados? Vivimos en la hipocresía.
ResponderEliminarAguante Cantet.
Besos.