Pedro Juan Gutiérrez - Anclado en tierra de nadie
jueves, 16 de octubre de 2008
"Y no hay remedio. Hay que resistir..."
Ahora sí me quedé solo. El aire a mi alrededor se aligeró. Me costaba trabajo trabajo aceptar la soledad. Me costaba aprender a autoabastecerme. Yo seguía creyendo que era imposible. O que era inhumano. "El hombre es un ser social", me habían repetido muchas veces. Eso, más el calor del trópico, la sangre latina, mi mestizaje fabuloso, todo conspiraba alrededor, como una red, incapacitándome para la soledad. Ese era mi problema, y mi reto: aprender a vivir y a disfrutar dentro de mí. Y el asunto no es sencillo: los hindúes, los chinos, los japoneses, todos los que tienen culturas milenarias, han dedicado buena parte de su tiempo a desarrollar filosofías y técnicas de vida interior. Así y todo, cada año se suicidan en el mundo unos cuantos miles, aplastados por su propia soledad. Y no es que uno elija estar solo. Es que, poco a poco, uno se queda solo. Y no hay remedio. Hay que resistir. Llegas a esa inmensa llanura desértica y no sabes qué coño hacer. Muchas veces crees que lo mejor es huir. A otro país, a otra ciudad, a otro sitio. Pero sigues atrapado. Otras veces crees que lo mejor es no pensar mucho en ti y en tu cabrona soledad, que ese agudiza cuando te quedas aislado y en silencio. Bueno, pues hay que ponerse en acción. Y sales por ahí. A buscar un amigo, o una mujer que te dé un poco de sexo. No sé. Alguien, para no estar solo, porque ya sabes que cuando estás así el ron y la mariguana te deprimen más aún. Un poco de sexo tal vez. Y si no, por lo menos un amigo.
Hay que aprender a resistir. Ni a irsse ni a quedarse, a resistir, dice Juan Gelman.
ResponderEliminarA lo mejor, es el principio para ponerse en acción.
Saludos,
Alejandra
gracias por siempre estimularnos Caro
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