
Por eso Appaloosa es una película nostálgica, a tal punto que Harris y Mortensen parecen ser concientes en sus interpretaciones de esa diáfana melancolía, eligiendo la parquedad y la mirada cómplice de aquellos que saben que están recreando una forma de ver el mundo que al sujeto actual le resulta inconcebible. Esta forma no es otra que la convicción de que la acción cotidiana, aun la más pequeña, tiene un sentido. Y que precisamente por eso, vale la pena.
La anécdota se sitúa en 1882, en la comunidad minera de Appaloosa, Nuevo México. El policía federal Cole y su asistente Hitch son contratados para restaurar el orden en el pueblo y llevar ante la justicia al nefasto ranchero Randall Bragg (Jeremy Irons), quien asesinó al anterior sheriff del lugar. Mientras se desarrolla este conflicto, con sus infaltables careos, balaceras y persecuciones, entra en escena Allie French (René Zellweger, una opción poco acertada para este interesante papel), una mujer que amenaza con quebrar la amistad que durante años unió a los dos protagonistas. Luego de su opera prima centrada en el pintor Jackson Pollock, Ed Harris regresa a la dirección con Appaloosa (Entre la vida y la muerte), cuyo guión escribió junto a Robert Knott a partir de una novela de Robert Parke.
Desde el primer fotograma la película infunde su sabor evocativo, con un riguroso clasicismo aplicado en los encuadres, el montaje, la música y, especialmente, en la narración. El director susurra su historia, la despliega con pacífico alborozo, sabiendo que el espectador hipermediatizado de hoy está acostumbrado a que lo sacudan y le griten. Es un relato sereno, extemporáneo, generoso con sus personajes. No es un producto de este tiempo y, al mismo, lo es.

Harris narra el ocaso de un siglo. La despedida del cowboy. En Appaloosa hay un héroe que arriesga su vida por lo que él considera un valor supremo: la amistad. Un héroe que anticipa que el mundo por venir será demasiado siniestro, y que por eso mismo es mejor partir y confundirse con el desierto.
1 comentario:
Resaltaste de modo brillante, no el ocaso de una vida: el ocaso de una forma de vivir. Por eso el western murió..
Chau, Caro: un beso. Martha
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