miércoles, 19 de diciembre de 2007
Reyes y reina, de Arnaud Desplechin
Se estrena en DVD Reyes y reina (Rois et reine) la sexta película de Arnaud Desplechin, uno de los directores franceses más prestigiosos de la actualidad, cuya obra es prácticamente desconocida en Argentina.
La película tiene dos protagonistas. Una es Nora (Emmanuelle Devos, conocida por el film Lee mis labios), una mujer de 35 años, atractiva, elegante, un poco fría, que tiene un hijo y está pronta a casarse con un empresario que sabe atenderla bien. Su primer marido murió en un accidente hace ya varios años, aunque su fantasma reaparece cada tanto. Nora no logra superar esa pérdida y encima ahora debe hacerse cargo de su padre, que está pasando sus últimas horas en el hospital. Ella no está preparada para esto, pero así es la vida. Las desgracias se suceden, se atropellan, y hay que juntar coraje para enfrentarlas, sea como sea, porque “hay que seguir adelante”. Esto no deja de ser un mandato culturalmente construido; en verdad, nadie nos obliga. Pero estamos hechos así. Algunos resisten con entereza, otros hacen lo que pueden y otros directamente no pueden y terminan internados en el psiquiátrico, como el pobre Ismael (Mathieu Amalric, estupendo), el otro protagonista de esta historia.
Ismael toca el violín y gusta de bailar rap. Es expansivo, delirante, extremadamente sensible. No puede lidiar con la complejidad del mundo. Se enamoró y fracasó. Su cabeza estalló y ahora tiene que convivir con otros locos en un espacio en donde todos tienen permiso para soltar amarras. Un espacio ideal para la rebelión, para los que no toleran las falsas apariencias del orden burgués.
¿Quién puede definir los márgenes del equilibrio mental en un planeta tan enfermo? Ismael parece ser muy diferente a Nora y, sin embargo, ambos formaron pareja durante siete años. Y es precisamente Nora quien ahora regresa buscando a Ismael, a pesar de haberlo abandonado, para pedirle que adopte legalmente a Elías, el hijo de su primer matrimonio. De cómo la vida sigue luego de un gran amor… eso es lo Reyes y reina intenta contar.
Y lo hace a través de un relato cubista, histriónico, impredecible. Un relato que es artificial y a la vez fuertemente realista, plagado de fragmentaciones, desvíos, saltos temporales, caprichos de montaje y otras extrañas y sanas libertades. La escritura fílmica de Arnaud Desplechin parece haber heredado lo mejor del maestro Alain Resnais: la capacidad para hacer que la memoria, lo imaginario, las obsesiones, se inmiscuyan en la puesta en escena de “lo real” sin amenazar nunca el rigor de la representación. El director sabe aprovechar los recursos expresivos fomentados por la nouvelle vague en su ruptura con la narración clásica: la imagen y el sonido por momentos fluyen por carriles distintos; lo cómico y lo trágico se atraen y se rechazan lúdicamente, con respeto; los actores se desbordan hasta el mismo límite de la exageración, y así y todo están acertadísimos en sus papeles. Reyes y reinas es una extravagancia que hechiza y lastima, que se lanza a hablar de todo sin pretender tener respuestas para todo, porque no es nihilista ni cínica como lo son muchas películas “posmodernas”, a pesar de desplegar una estética rabiosamente actual.
Desplechin piensa el presente y lo mira con desconcierto, con pudor. Algo cambió para siempre en el cuadro de las relaciones humanas, sobre todo en la familia. Cambiaron los roles, los preceptos, las proyecciones. “El alma de tu padre ataca a los tiburones antes de que te ataquen a ti”, le dice el dulce Ismael a Elías, el niño que ya no tiene a su papá junto a él. Es que Ismael aún intenta rescatar antiguos refugios, patriarcados que ya no son. Hoy la mujer está en el frente, cargando todas las mochilas, un lugar contradictorio al que llegó sin querer. O tal vez sí lo quiso y ahora no sabe (no sabemos) qué hacer con ello. Hay que adaptarse a nuevas formas, hay que amoldarse a una nueva era cuyos parámetros básicos ignoramos. Cuesta aceptar que algo cambió para siempre cuando no sabemos qué es lo que está por venir. Poder verlo, intuirlo, explorarlo, ya es un signo de salud. El cine de vanguardia de los últimos años lo está haciendo, y Reyes y reina es un ejemplo más que digno.
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