Baruch Spinoza
"Spinoza, el perseguido, se preguntaba de qué modo perseguir la felicidad. No sólo la reclamaba para sí, sino que se interrogaba sobre las condiciones de posibilidad para la felicidad de los hombres. Descartaba los motivos obvios del gozo mundano: la riqueza, la fama, el placer. Demasiado efímeros, muy escasos, esos bienes no podrían ser fines en sí mismos, no podrían asegurar la felicidad. Hay que conocer en qué consiste la naturaleza humana superior para poder inventar una sociedad que -por medio de la educación, la filosofía moral, la medicina y la técnica- funcione como contexto de posibilidad para la perfección del mayor número posible de individuos. Felicidad y perfección son, para Spinoza, sinónimos. Y ambas aluden a lo mismo: la potencia del hombre. Alguien es feliz -goza con un goce duradero y constante- cuando se acerca a la perfección: cuando no ve disminuir sino aumentar su potencia de actuar. No hay, entonces, felicidad en la pasividad sino en la acción; no en la contemplación sino en la producción; no en la esperanza sino en el esfuerzo.
Si los hombres se equivocan, sufren, odian, dañan, es porque es parte de su naturaleza. ¿Se puede condenar al río porque en su curso daña la tierra? ¿Se puede desconocer la índole necesaria de una tormenta? Del mismo modo, todo lo que hace el hombre es porque puede hacerlo, porque es posible por su propia naturaleza. Y si no se entiende de ese modo es porque tendemos a pensar(nos) a partir de la contingencia y no de la necesidad. Como si pudiéramos ser o actuar de otro modo. El hombre cree que elige, dice el filósofo, porque tiene conciencia: como él, si la piedra tuviera conciencia de sí, creería que cae por propia voluntad.
No se puede reformar lo irreformable, pero sí generar las condiciones para una mayor felicidad, para un mayor despliegue de la potencia".
Si los hombres se equivocan, sufren, odian, dañan, es porque es parte de su naturaleza. ¿Se puede condenar al río porque en su curso daña la tierra? ¿Se puede desconocer la índole necesaria de una tormenta? Del mismo modo, todo lo que hace el hombre es porque puede hacerlo, porque es posible por su propia naturaleza. Y si no se entiende de ese modo es porque tendemos a pensar(nos) a partir de la contingencia y no de la necesidad. Como si pudiéramos ser o actuar de otro modo. El hombre cree que elige, dice el filósofo, porque tiene conciencia: como él, si la piedra tuviera conciencia de sí, creería que cae por propia voluntad.
No se puede reformar lo irreformable, pero sí generar las condiciones para una mayor felicidad, para un mayor despliegue de la potencia".
María Pía López, "Elogio de la sociedad", en Cóncavo y convexo. Escritos sobre Spinoza. Horacio González, comp. Editorial Altamira.
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