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Galardonada con cuatro premios Goya en la edición 2005, La vida secreta de las palabras contiene muchos de los rasgos característicos del estilo Coixet: el protagonismo de los textos en off; el cortejo de personajes secundarios tan tiernos como estrafalarios; el pasaje instantáneo de lo metafísico a lo mundano, y viceversa; una estructura narrativa libre, marcada por los interrogantes íntimos y secuencias en donde el flujo del tiempo queda suspendido frente a la contundencia de la melancolía. Es cierto que el film deja traslucir algunas imperfecciones, especialmente en su guión, pero esto es inevitable siempre que un creador busca ir más allá de lo que ya conoce. Y es innegable que La vida secreta… tiene una puesta en escena muy original.
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En el film todo está expuesto con un carácter enigmático: el retraimiento de Hannah, la culpa de Josef, el designio de soledad que atraviesa a todos los personajes en ese metálico escenario. “¿Cómo se vive con las cosas que han pasado, con sus consecuencias?”, le pregunta Josef a Hannah. Algo los lastima a ambos, profundamente. Todo es difuso hasta que, de a poco, las palabras logran resquebrajar la coraza de silencios. De a poco, los protagonistas construyen un puente de empatía y protección que los lleva a presentir una esperanza.
Como en todas las películas de Coixet, La vida secreta… comienza con una voz en off, perteneciente a un personaje-guía encargado de trazar el mapa de sensaciones latentes en el film. Reflexiones, utopías, lamentos y, sobre todo, muchas preguntas que se susurran a los oídos de un espectador cómplice. Preguntas que se adivinan sin respuesta. Esta voz vitalista, depurada en cada línea, es un recurso clave en la obra de Coixet, prueba de un respeto por el peso dramático de la palabra del que no muchos realizadores pueden jactarse. No es casual que la película esté dedicada al escritor inglés John Berger (“Hacia la boda”, “Aquí nos vemos”), a quien la realizadora admira y con quien evidentemente comparte una forma de concebir la ficción. Ambos recurren a una voz narradora confesional y elíptica que avanza mientras elabora la experiencia de los personajes, al tiempo que sugiere la propuesta filosófica del film. Lo curioso en La vida secreta…, es que esa voz en off no se puede identificar con claridad. Por su tono, parece pertenecer a una niña, pero prácticamente no aparecen niños en todo el relato. Es otro de los tantos misterios que recorren esta ficción.
Se trata sin dudas de una película ambiciosa. Por primera vez la realizadora introduce en su obra una referencia a la actualidad del mundo. En la última parte del relato se revela que Hannah fue víctima de vejaciones en la Guerra de los Balcanes, un dato inesperado que vuelca al film hacia el alegato político-humanista. Este giro de la trama no amenaza el verosímil, aunque sí delata a una autora preocupada por recargar de información “trascendente” a un guión que en su idea inicial ya lo tenía todo para conmover.
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