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El film comienza cuando Trish (Gina Phillips) y Darry (Justin Long), dos jóvenes hermanos, se encuentran viajando en auto por una carretera perdida en algún lugar de Estados Unidos. Todo marcha relativamente bien hasta que un cochambroso camión los amenaza en la ruta. Minutos después los hermanos observan cómo el conductor del camión está tirando bolsas manchadas con sangre en un pozo. Los chicos deciden investigar y enfrentar el peligro porque, en definitiva, Jeepers Creepers es una película de terror al estilo clásico. O mejor dicho, es un cálido saludo a la mejor tradición del cine clase B. Además de las referencias cinéfilas, el film entronca con esa tradición al apostar por actores desconocidos pero creíbles, al exprimir con imaginación los limitados efectos especiales y al construir un microclima fantástico que quiebra la monotonía de un pueblito solitario.
Y no olvidemos al tercer gran protagonista, el monstruo interpretado por Jonathan Breck. Al principio el Mal sólo asoma en forma de camión, más tarde es apenas una figura negra recortada en el paisaje, luego es un sucio y desquiciado sujeto, hasta que finalmente se convierte en un ser horroroso, inclasificable... sobre el que no conviene revelar detalles.
Desde "La Dimensión Desconocida" hasta "Los Expedientes X" sabemos que siempre es atractivo guardar una cuota de oscuridad sobre el misterio central de la trama. Si todo se explica demasiado el suspenso decae y el personaje maligno corre el riesgo de comenzar a provocar cierta simpatía en vez de miedo (¿no ocurrió esto con Freddy Krueger, por ejemplo?). Algo similar sucede en el último tramo de Jeepers Creepers, donde parecería que el director, encandilado por su abominable creación, no puede evitar mostrarla para que nos asustemos aún más. Pero no era necesario, ya que la película logra inyectar la suficiente tensión y entretenimiento para que el espectador abandone la sala satisfecho.