“Los muertos” -el intertexto devocional del último Almodóvar- tiene como eje dramático una fiesta de la alta sociedad en Dublín. Apenas arranca el cuento, el narrador menciona un espacio de la mansión por el cual deben pasar los invitados para dejar los abrigos y sacudirse la nieve. Ese lugar es el “cuarto de desahogo”, según la traducción en la edición que tengo. Lo leo y siento ganas de mudarme ya mismo, instalarme ahí, aunque sé que no van a entrar todas mis mochilas, mientras sospecho que sería muy difícil que el término original en inglés equipare en encanto la imagen del desahogo (con todo el perdón de Joyce). Lo asocio con “el cuartito de llorar” de Miss Mary, de Bemberg, al que acude la madre de la familia cuando ya no aguanta más. El título de Pedro es pura metáfora. Puede no existir ninguna habitación al lado. Ni arriba ni abajo. Lo que realmente deseamos es la certeza de una compañía. Una respuesta. Una mirada.
Si la vieron, saben que la planificada puesta en escena de la muerte termina adquiriendo otra forma. Ni Martha muere en su cuarto, ni Ingrid está presente en el suyo. Y me parece hermoso que Martha decida dormirse para siempre al aire libre, a la intemperie. Elige la reposera en la que antes -en el involuntario “ensayo”- Ingrid ya había derramado su congoja, y sobre la que luego se recostará su hija (lo que me lleva a pensar en la herencia de una ética y en los hijos cercanos del director: Luis Ortega, Lucrecia). Pedro y una política: la alianza entre mujeres. Reposeras como las del balcón de Pepa en Mujeres al borde..., o las del patio de Volver, para descansar, para contemplar, para chusmear, para recordar y olvidar, para perder el tiempo y resistir el desesperante mandato de la productividad.
Agradecida por contar con esa amiga, Martha se despide aliviada, plena, entregada al sol. Sólo necesitaba a alguien que la comprendiera y la reconociera en su dignidad. Ahí está el punto: mirar al otro y saberlo digno. ¿Cómo es que hoy millones de individuos pretenden convencerse de que pueden salvarse sin los demás? ¿En qué clase de cuartitos oscuros y tristes los tienen encerrados, ahogados? ¿Qué ser humano puede, sinceramente, querer morir en soledad?