Acrobacias
36 vues du Pic Saint-Loup (Francia/Italia, 2009).
Dirección: Jacques Rivette.
Sección: Panorama
En un soleado valle del sur de Francia, entre montañas azules, los actores de una compañía circense se preparan para una nueva presentación. Por azar -en realidad, porque el destino es sabio-, cerca de ese lugar Vittorio (Sergio Castellitto) se cruza con Kate (Jane Birkin). Él, un caballero errante en viaje hacia España; ella, una mujer esquiva que vuelve a trabajar en el circo tras quince años de ausencia, porque algo ocurrió en el pasado y nunca pudo superarlo. Tal vez el amor la ayude, aunque Vittorio deberá poner lo suyo. “¿Echarás raíces o dirás adiós?”, le pregunta el payaso Alexandre (André Marçon) al visitante, en una de las tantas frases que el film nos asesta en medio del pecho. Para ese entonces ya sabemos que los personajes de esta troupe son bastante raros, como lo es también esa carpa solitaria montada en las alturas que no convoca demasiado público, salvo nosotros, espectadores devenidos equilibristas. El circo es la excusa para hablar de otra cosa.
“Esta pequeña pista es el lugar más peligroso del mundo”, advierte el veterano clown, mientras uno enumera imaginariamente todos los riesgos que apuntalan este espectáculo. Los que lanzan cuchillos, los que devoran fuego, los que se columpian sobre el vacío, los que hacen torres humanas y hasta el que mete su cabeza en la boca del león, todos ellos juegan vistosamente con la muerte, y habrá más aplausos para quien se arrime más al límite. Y pensar que de chicos nos llevan al circo como si fuera una fiesta (o al menos así lo recuerdo yo, que alcancé a ver alguna función antes de que este arte iniciara su ocaso). Jacques Rivette parecería invitarnos a asumir que lo tanático es parte esencial de nosotros, ya desde aquellos primeros asombros. Porque lo que asombra no es la muerte, sino la constatación en continuado de que se puede seguir vivo. Por eso 36 vues du Pic Saint-Loup es una historia sobre oportunidades.
Si tuviera que elegir la escena más gozosa de todo este festival sería aquella que abre este film, cuando a Birkin le falla el motor de su camioneta en la ruta y Castellitto se detiene a asistirla. No hay palabras; sólo gestos, humor y cine puro. Lo que Rivette nos regala es un respiro, un suave intermezzo, un “alto en la gira” (como dice un personaje), una película inteligente que nos alienta a pensar nuestro propio papel en el circo. Es que sería imposible pilotearla si cada día no fuéramos un poquito magos, acróbatas, payasos o malabaristas.
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